Yo vivía en ese momento en San Francisco y había conseguido, por fin, trabajo en una empresa de software del downtown. La empresa hacía software a medida y tenía unos quince empleados. Apenas vi el aviso online me gustó el nombre: «Electric Octopus, Inc.» («Pulpo Eléctrico, S.A.», a partir de ahora «EO») y cuando entré al lugar confirmé que quería trabajar ahí. Era un amplio espacio casi sin divisiones, con escritorios distribuidos caóticamente, y en las paredes colgaban pósters de los 60s y los 70s. Reconocí a Joan Baez y a Los Beatles en su época Sergeant Pepper, y el resto seguía la misma onda psicodélica: pelos largos, ropa de colores, sonrisas plácidas. Algunos de los personajes de los pósters parecían haber descendido de las paredes y ocupado algunos de los escritorios, y vi tres viejos esmirriados, de pelo larguísimo y canoso, y barba en triángulo también larguísima y canosa, tan parecidos entre sí (¿serían trillizos?), que por un momento los confundí con los ZZ Top. Ocupaban escritorios contiguos, y parecían sincronizar no solo el largo de sus barbas, sino sus movimientos y hasta sus campos magnéticos. Permanecían largas horas sentados frente a sus pantallas, donde llovían cifras misteriosas y de pronto, sin ninguna señal perceptible, giraban en sus sillas, las arrastraban hasta armar un pequeño círculo, y conspiraban en voz baja, encorvando las espaldas, medievales. Después supe que eran los tres administradores de base de datos. (more…)