Historia, segunda parte
Esta historia empezó acá.
Los recuerdos son como el juego de los palillos chinos, están ahí amontonados, de colores, algunos están separados de los demás, identificables, independientes, pero otros se apilan y no puedo sacar uno sin que se muevan todos los demás, sin que todo se desordene.
Este es un palillo suelto: en esa época llegó al barrio un chico nuevo, se llamaba Guillermo, le decían Willy y yo le tenía un miedo instintivo. Willy exhalaba un odio viscoso, ese odio le venía desde atrás y desde adentro. Yo suponía que alguien le había hecho algo horrible y que él había sido incapaz de vengarse por alguna razón. Físicamente no imponía mucho respeto: era flaco pero intentaba compensar caminando como si fuera un soldado. Amenazaba siempre con romperle la cara a alguien, pero nunca lo vi agarrarse a piñas. Sus hazañas de violencia siempre habían sucedido en otros barrios o antes de llegar al barrio. Estaba yendo a taekwondo y nos detallaba siempre el feroz entrenamiento al que se sometía. Una vez contó que lo obligaban a tomar leche cortada, que eso le daba más fuerza y que si no lo hacías el profesor te echaba. Los cuentos de Willy y el taekwondo me despertaban una morbidez erótica, me lo imaginaba en una versión macabra de Kung Fú, con un maestro Po de ojos blancos, pero con pecho peludo y cara de hijo de puta. Pero lo que yo temía en Willy no era ese estallido incipiente de violencia y maldad que esperaba consumación (y que había atisbado en actos de crueldad inútiles, que involucraban en general gatos indefesos, hormigueros o insectos), sino que Willy, como yo, sabía que en su interior algo no funcionaba, y que esa parte rota estaba rota para siempre y que ese defecto ya estructural marcaba en sí una frontera, algo de lo que no se salía ni ahora ni nunca. Aunque no supiera de qué se trataba, aunque no pudiera nombrar su propia oscuridad, explicarla o manejarla, sabía que en algún momento el país de su futuro se había recortado, que las aguas habían subido e inundado las costas y que ahora debía vivir para siempre en las partes altas, a salvo pero siempre expectante, vigilando el próximo deshielo. (more…)