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[25 de setiembre de 2004, 6pm, Buenos Aires, haciendo compras en el Coto]

– ¿Sabés que van a hacer la historia de mi vida en televisión?

Estamos frente a la góndola de galletitas y Tiago no se decide entre las vainillas y las bay biscuits.

– “Disputas” ya se hizo, y no le fue muy bien… no sé si la pantalla chica está lista para otra historia de prostitución… – sugiero, incrédulo.

– En serio te digo. Pablo Echarri va a hacer de mí.
– ¿Por? ¿No consiguieron a Osvaldo Laport? Vos tenés una onda más Catriel, un Catriel wichi…
– No te hagas el pelotudo.

Tiago empuja el carrito lleno de galletitas hacia el sector lácteos, el Coto rebalsa de gente.

– Te cuento la historia. Resulta que yo volvía de laburar y fui al baño del subte porque me estaba meando.
– Uh, ya sé como termina esta historia…
– ¿Podés dejar de interrumpirme? Alcanzame dos yogures La Vascongada, esos de vidrio sí, pero los que vienen con fruta. Sí, frutos del bosque.
– “Frutos del bosque” es el gusto más maricón de todos… vos sos tan previsible…
– ¿Puedo seguir con la historia?
– Sí, dale… estabas meando en el baño del subte…
– Entonces este tipo viene al mingitorio de al lado y me empieza a relojear la pija. Yo le digo, ¿te gusta? Y el tipo me dice que sí. Entonces yo agarro y le doy mi tarjeta.
– ¿Tarjeta? ¡Pero que prosti más vip, che! A ver dame una tarjeta que la quiero ver.

Me alcanza un cartoncito de 2 cms por 1, impreso a matriz de puntos. “Tiago masajes” y tres o cuatro letritas tapadas con liquid paper, teléfono, email y website.

– Che, ¿qué es eso que borraste con el liquid paper? ¿21×6? No leo…

Tiago pone cara de fastidio y se aleja hacia la promotora de yogures Actimel. Tiago toma del vasito de plástico que le ofrece la rubia.

– Te rejuvenece la flora intestinal.
– ¿Y la fauna? – pregunto.

Ahora son dos las caras de fastidio. Parece que Tiago tiene espaciosos jardines intestinales, porque se compra como 5 paquetes, de 4 frasquitos cada uno. Cuando le sugiero que se fije la fecha de vencimiento y se fije si va a comer todo eso a tiempo, aparece la rubia de nuevo.

– Igual si lo comés vencido no te hace mal, sólo pierde algunas propiedades. Probá este de multifruta.

Cuando nos libramos del acoso de la blonda, Tiago decide continuar con la historia.

– El tipo se pensó que me había levantado, parece que es medio miope. La cuestión es que me llamó a los cinco minutos, y en el teléfono le explico que yo laburo, como es el tema del masaje y el resto del servicio. La cuestión es que se me hizo cliente y siempre me preguntaba cosas de mi vida. De dónde era, como había empezado a laburar, cómo haría si tuviera que armar una cartera de clientes, ¿entendés?
– Digamos que armarías la cartera de clientes revoleando la cartera…
– ¿Cuánto hace que no cogés que estás tan chispita?
– ¿Qué te importa? Seguí.
– Bueh, el tipo me contó después que le pidieron escribir algo para Echarri, y no se le ocurría nada y bueh, gracias a que me conoció a mí se le ocurrió escribir mi historia, ¿entendés? Es como que soy la inspiración, lo saqué de la parálisis de ideas que tenía.
– Digamos que el horror de la página en blanco se le fue gracias a que te relojeó la pija. Podemos hacer una especie de Barton Fink porno y la mandamos a Cannes…
– No me gustó esa película. ¿La del gordo y el incendio? Horrible…
– ¿La viste? Mirá vos…
– Yo soy indio pero veo más cine que vos, veo 5 o 6 películas por semana, voy a la ópera, todo… Prostituto pero ilustrado che… Dejáme terminar de contarte. Tuvieron que cambiar un poco la historia, para hacerla más urbana, ¿entendés?, porque Echarri no da mucho para indio formoseño como yo, entonces pusieron que el tipo es empleado de un banco y un día un cliente de guita del banco le ofrece guita para coger y él al principio no quiere… pero le ofrecen mucha guita, y de ahí es como que el tipo se engancha.
– Pero mirá vos, y ahí cae en el submundo de la prostitución…
– Submundo la poronga, yo hago más guita que vos con tus masters en Harvard y todas esas pajereadas.
– Yo no fui a Harvard, nene.
– ¿Hay algo para comer? – le pregunta Tiago al pibe con sombrero de cocinero del stand.
– No, vuelvan más tarde…
– Nene, tenés el carrito lleno de porquerías, todo frito, ¿no tenés que mantener la línea, vos? – me preocupo yo.
– ¿Sabés como quemo calorías yo? Ayer tuve 4 clientes, hoy tengo como diez horas, decí que primero vamos al teatro y a cenar, pero después van a ser 4 o 5 horitas… por eso estoy tan flaco, no necesito aeróbicos. Uh, ahí viene otra promotora… nos ven cara de pelotudos a nosotros, che… caminá para allá disimuladamente, hacete el dolobu…

Pero no hay caso.

– Chicos, es para un sorteo gratuito de una cámara digital a fin de mes.

Tiago se entusiasma.

– Pero primero les hago un par de preguntas, ¿dale?

Cagamos.

– ¿Escucharon hablar de las puertas blindadas Pentágono?

Tiago escuchó, yo no.

– Pero mirá vos, sos la primer persona que no escuchó hablar… que raro. ¿Vos no vés tele?
– No, y ¿vos no leés Proust?
– No… pero últimamente especialmente en este barrio hay muchísimos robos y asesinatos y secuestros, estoy seguro que lo ven en los noticieros – me mira a mí – o lo leen en los diarios. Y violaciones, muchísimas violaciones.

Tiago asiente con la cabeza. Yo estoy seguro que el 99% de los accesos carnales violentos ocurridos en el barrio en el último año ocurren en el departamento de Tiago y se pagan $200 pesos la hora, como servicio especial.

– Y todos sabemos como somos los argentinos, primero nos pasan las cosas, después queremos solucionarlas.
– Es mejor prevenir que lamentar – completo yo.
– Sí, tal cual… entonces Coto y Pentágono se asociaron en este programa, que consiste en que va un técnico en puertas a tu casa y hace una evaluación gratuita del lugar. Las puertas, las ventanas, todos los riesgos, ¿entendés? Yo te voy a hacer una serie de preguntas y te mandamos un técnico, todo gratis y vos después evalúas…
– ¿Pero qué riesgos? No entendí esa parte… – Tiago quiere saber.
– Mirá, ¿de qué material es tu puerta? ¿De madera? Lo peor que hay… ¿cuántas cerraduras tiene? ¿2? Muy mal, cuánto más cerraduras tiene peor, porque está más hueca y justo ahí en el parante, ¿entendés?

Tiago entiende y la chica empieza a rellenar el formulario. Al preguntar “profesión”, Tiago duda. Yo estoy a punto de sugerir “prosti”, pero Tiago me clava una mirada indicando que si llego a abrir la boca no va a haber puerta blindada Pentágono que me proteja de su furia.

– Mirá, estas puertas son bárbaras, está comprobado que la puerta que vos tenés ahora, los malvivientes la abren en 20 segundos, está medido científicamente. En cambio una puerta Pentágono es inviolable, sin ir más lejos la semana pasada una mujer me dijo que se le prendió fuego la casa y los bomberos tuvieron que abrir un boquete en la pared para entrar.
– Ah, genial, entonces si estás adentro y no encontrás la llave o te desmayás, olvidate de que te rescaten los bomberos… para cuando abren el boquete estás al spiedo.
– No… pero el boquete lo abren rápido, igual esta mujer no estaba en la casa…
– Pero entonces hay que blindar la puerta y las paredes, ¿sino los chorros te entran por la pared también? – yo intento cerrar los agujeros en la lógica.

La chica opta por ignorarme y avisarle a Tiago que mañana lo van a llamar de Pentágono. Ya liberados nos alejamos hacia las cajas.

– Qué densa, pobrecita… ¿y vos para qué le das tanta bola? – le pregunto a Tiago.
– Si no muestro interés no me pone en el sorteo de la cámara, boludo. Mañana a los de Pentágono no los atiendo. Pero yo siempre tengo mucha suerte con los sorteos, siempre me saco algo. Me voy a ganar esa cámara, vas a ver. ¿Y sabés qué? Si la versión de mi vida que hacen con Echarri no me gusta, filmo mi propia versión.