[Escrito el 5 de Noviembre de 2000, a modo de homenaje, ya que ayer, 26 de Noviembre de 2002, se cumplieron 30 años de la muerte de Alejandra Pizarnik]
Culpa del mail de Terenia, culpa de que me sacaron mi primer muela de juicio (relato pormenorizado en otro momento, o nunca), culpa de los calmantes que en vez de dormirme me empujan al insomnio, culpa de las irradiaciones del tubo de rayos catódicos que me llena la cabeza de ruidos opacos.
Me visita por eso la incertidumbre, esa puerta entreabierta a los zaguanes de un futuro borroneado. Sumergido en ese caldo podría escribir un poema, poblado de adjetivos cansinos y cumbias letárgicas, pero de este desasosiego ya se ha dicho todo. Es más, de este desasosiego, todo lo que hay que decir lo ha dicho Alejandra Pizarnik. Por eso, en cuatro renglones digo lo que hay que decir, y luego tomo carrera y me zambullo oblicuo en la cama.
8
Memoria iluminada,
galería donde vaga la sombra de lo que espero.
No es verdad que vendrá.
No es verdad que no vendrá.
Alejandra Pizarnik, Arbol de Diana