Era tarde y todo estaba lleno así que opté por la seguridad del McDonald’s. El menú es el mismo pero hay sutiles y resbaladizas diferencias. Si pedís aderezos te dan ketchup y mostaza pero no mayonesa. Parece que mojar papafritas en mayonesas no se les ocurre. Y si pedís sal te dicen que ya tiene. Sí ya sé, digo, quiero más. Buscan y te dan unos sobrecitos microscópicos que contienen 8 granitos de cloruro de sodio. Y a veces ni tienen. ¿Serán los brazucas esmerados luchadores contra la aniquilación cardiovascular? Yo creo en cambio que comen desabrido y que no les importa. Cuando quieren disfrutar de la vida bailan lambada refregándose contra un cocotero, tocan el berimbau o tienen sexo. De tanto bailar y coger y a lo largo de miles de años el cableado del sistema nervioso fue modificándose y las terminaciones nerviosas que se les agregaron al culo para gobernar tanto bamboleo se restaron de las papilas gustativas.
Volviendo al McDonald’s. Lo otro desconcentante pasa en el baño. Los lavatorios parecen mingitorios y los mingitorios lavatorios. Sí, en vez de los bordes curvos ovalados del mingitorio, esa desesperación geométrica porque el pis no se derrame, lo que hay es un diseño circular. Y encima mingitorios y lavatorios están casi a la misma altura. Esto obliga a los tipos a hacer una reverencia extraña al lavarse las manos, en un gesto cuasi evangélico. Me pregunté al descubrir esa igualación del pis y del agua, del lavatorio y el mingitorio, de las peras y los panes, cuántas veces sin darme cuenta habré meado sin en un lavatorio y cuántas me habré refrescado la cara con el pis de nuestros hermanos brasileros.