Estos días vine siempre al mismo locutorio, y no hay duda que la chica que atiende está postulándose para el Premio Nobel de la Paz. Hace 10 minutos que estoy sentado acá y esto fue todo lo que pasó.
Llegó una señora muy mayor y pidió cabina. Enseguida empezó a gritar que “da ocupado y mi hija se desespera si no la llamo”. Llamaba a celular y la chica le explicó que tenía que agregar un 9, y dónde, mientras lidiaba con uno que le pidió fotocopias, que amplíe, que apaisado, que no se ve el código de barras, que me lo puedo llevar en pendrive. La señora insistía con su hija desesperada, hasta que vino a la cabina y le marcó el número.
Llegó un pibe en bici, en shorts, la dejó apoyada contra el vidrio afuera, compró unos Beldent y le dijo “¿puedo pasar al baño?”. Ella dijo que estaba clausurado. “No llego a mi casa, me cago”, dijo el pibe. Esperá dijo ella. Sacó unos baldes y unos cajones de cerveza del baño y le dijo andá, pasá. El pibe no encontraba la luz y ella le gritaba “acá, de este lado”, mientras tres pibes le pedían pcs para jugar videojuegos. El pibe prendió la luz y entró.
Acá al lado se sentó una señora mayor. No encuentro la arroba, se le quejó. Vino ella. Le dijo acá está y se la tipeó. “¿No me escribís vos el correo electrónico que yo no veo bien?”. “Como no señora”, dijo ella, “dígame el correo”. La señora dijo “el jacarandá de Teresita arroba yahoo punto com punto ar”. “¿Todo seguido?”, preguntó ella. “Sí”, dijo la señora. “Escriba usted la contraseña, que es secreta”, dijo la santa del locutorio. “No, vos mejor. Es Teresita seguida de mi número de documento”. Y a continuación pifió varias veces cuando le dictaba el número (ese es el de mi marido, a ver, esperá, no, el mío termina en cinco, ese no es). Finalmente logró ingresarlo. “Gracias nena, sos un amor”, dijo la señora. “La verdad que sí” dije yo por lo bajo.
Se escuchó un ruido, y cuando miramos, en la vereda la bicicleta del pibe se había caído sobre un exhibidor de tarjetas postales y volaban las tarjetas al viento. Justo en ese momento se escuchó un sonoro pedo que venía del baño clausurado. La chica puso cara de “esto sí es demasiado”, suspiró un “pfff” y se empezó a reír. “Si querés te cambiás de pc”, me dijo a mí, preocupada por el olor a pedo, ya que estoy al lado del baño. “Vos no te preocupes”, le contesté.