La palabra “yapa” tiene origen quechua, viene del verbo quechua “yapay”, que significa agregar, añadir. De ahí pasa al castellano como “yapa”, y pasa a ser un gesto, la amabilidad de agregar un poquito más.
En general ese agregar un poquito más era para compensar la inexactitud de la balanza. Las balanzas electrónicas y el cálculo exacto del importe hicieron desaparecer a la yapa. Pero lo raro es que desapareció como costumbre, incluso en lugares donde no se usaba balanza. Por ejemplo, en los kioscos: era muy común comprar caramelos y que te dieran uno o dos de yapa. Y acá me pongo purista: la yapa consiste en agregar un poco más del producto comprado, y no cuenta cuando te cobran menos o te faltan unos centavos y te dicen “dejalo”. Eso “gratis”, si es guita, es redondeo, una operación matemática, no espiritual como la yapa.
Lo cierto es que todo conspira contra la yapa: los almacenes pasaron a ser supermercados o autoservicios, y la yapa por definición requiere que alguien te la de, no la podés tomar vos. Si vos te das yapa es afano. Y además la yapa descansa en la simpatía y la confianza, dos valores que se diluyen si te atiende un empleado, que es lo que pasa cada vez más, no solo en autoservicios y supermercados, sino en los kioscos, por lo menos en la ciudad. Es más probable que la yapa venga de un vecino, no de un empleado del mes. Si viene el encargado o el gerente, que decide tener una “atención” con el cliente, también es otra cosa, casi un insulto al sacramento de la yapa. Lo mismo el 2×1, las promos, los descuentos con porcentajes. No es que no sirvan, que no convengan, sino que son enteramente otra cosa.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad vivimos en la escasez extrema. No había nada para morfar, y fuimos esclavos del hambre. El hambre nos mató de a miles, de a millones, por eso nuestros cuerpos son tan eficientes acumulando grasa y la dieta de la luna no funciona. El cuerpo tiene terror a la escasez, y la yapa es un fuck you a esa escasez atávica, acá tenés un poquito más, yo lo tengo y te lo regalo, en un mundo en el que durante miles de años no había casi nada.
¿Habremos perdido ese reborde generoso para siempre? La yapa. La veo como esa lucecita que se enciende en la yema del dedo de ET cuando se estira para tocar a Elliot. Nos hemos vuelto, quizás, espiritualmente exactos, tacaños, transaccionales, eficientes. Amputamos para siempre ese fleco, ese exceso mullido, y ahora encastramos filo contra filo, exactos, quirúrgicos, y ese gesto, del kiosco o del almacén, penetró en los livings, en los dormitorios, e, infecciosamente, debajo la piel.
Pero vuelvo al principio: la palabra quechua “yapay” pasó al castellano como sustantivo y como gesto, la “yapa”. Y de ahí… al cajún. Sí, insólitamente la palabra entró en el francés cajún de Louisina, donde se mezclaron colonos y esclavos españoles y franceses. La palabra en francés cajún es “lagnappe” y de ahí pasó al inglés como “lagniappe”.
Mark Twain descubrió esta palabra en su viaje a Louisiana y dijo “valió la pena viajar a New Orleans solo para conocer esta palabra”. Lo cuenta maravillosamente y es la mejor definición de lo que es la yapa. Ahí va:
“Descubrimos hoy una palabra excelente – una palabra flexible, expresiva, práctica: “lagniappe”. La pronuncian “laniap”. Es española, o así nos dijeron. La descubrimos en la sección de baratijas del Picayune el primer día, se la escuchamos a veinte personas el segundo, preguntamos su significado el tercero, la adoptamos y la usamos el cuarto. Tiene un significado específico, pero creo que la gente amplía ese significado cuando lo necesita. Es el equivalente a la galleta trece en una docena. Es algo que se agrega, gratis, como gesto. La costumbre se originó en el área española de la ciudad. Cuando un niño o un esclavo compra algo en una tienda – o incluso si lo hace el intendente o el gobernador – finaliza la operación diciendo “deme algo de yapa”.
El comerciante siempre responde, le da al niño un caramelo, le da al esclavo un cigarro barato o un ovillo de hilo, le da al gobernador – no sé qué le da al gobernador, supongo que le da su apoyo.
Cuando te invitan una bebida, y esto ocurre bastante seguido en New Orleans, y vos decís, “¿qué, otra vez?, no, ya tomé lo suficiente”, el otro dice “solamente una más, esta es de yapa”. Y si la novia siente que la están ahogando en cumplidos y que ese empinado edificio de elogios sería más sólido si fuera menos alto, el novio le dice “te pido perdón, no fue mi intención” de una forma mucho más concisa, dice , simplemente: “oh, eso fue yapa”.