Son las 2 de la mañana y estoy en el Shopping. Acabo de comprarme un McFlurry Oreo en el McDonalds y me instalo en uno de los puentes del segundo piso. Desde ahí veo la circulación de gente, elevada o descendida por las cintas mecánicas, como si fuera un flujo continuo. Cierta lasitud en los movimientos los hace aparecer dóciles, súbitamente cambiando de dirección cuando una oferta se insinúa por el rabillo del ojo. Es como si patinaran o flotaran a unos centímetros del piso, y yo, parado en el piso intermedio del shopping, me siento más bien en un parque acuático, con el bullicio infantil de gente tirándose por toboganes de agua.
Estoy en short y ojotas y parezco un sin techo. Veo que el resto se ha vestido y emprolijado para comprar, se están vendiendo para comprar. Y entonces escucho una voz que me pregunta de dónde viene la voz. Es una mujer que acaba de aparecer no sé de dónde y que está acodada sobre el parapeto de metal. Giro y veo las gotas de transpiración en su frente, y el pelo revuelto por el viento del aire acondicionado que viene desde atrás. ¿Qué voz?, pregunto. Levanta el dedo índice señalando hacia arriba, como Platón en el famoso cuadro. Me quedo frenado en el gesto, porque es el mismo gesto del cuadro. Y después escucho una voz lejana que anuncia 40% de descuento. Levanto los ojos hacia las cúpulas.
Vamos, le digo, y ella agarra sus bolsas y me sigue. Escucho la voz rebotada, cóncava, a lo lejos, arriba, así que subo por la escalera. Después camino contracorriente de la multitud, esquivo gigantescas cajas de regalo y siento cada vez más cerca a la voz. Al girar siguiendo la curva de una baranda, los veo. Son un grupo de actores disfrazados, la que guía al grupo está disfrazada de regalo. El cuerpo le asoma por arriba de una caja de papel brillante y las piernas le asoman por abajo, y tiene un moño en la cabeza. También hay uno vestido de soldado, con la cara pintarrajeada y con un casco de la guerra de Vietnam. Tiene una ametralladora y cada tanto descarga una balacera imaginaria sobre los reacios a la oferta.
También hay una Campanita que hace sonar una sirena de alarma. Y un mimo muy maricón en una calza amarilla que arrastra una especie de árbol de madera, que en su copa tiene un círculo flúo rodeado de luces. La chica regalo arenga a la multitud que la sigue, vaticinando que esta es la última oferta de la noche. Cuando se detenga en uno de los locales del shopping anunciará el porcentaje de descuento en el árbol de luces (30%, 40% o 50%) y se detendrá apenas unos pocos minutos, mientras suena la sirena, Campanita toca la pandereta y el soldado asesina gente, para que la gente apurada compre. Luego harán un conteo de 5… 4… 3… 2… 1… ¡0! y darán por terminado el evento. Aunque nos mentirán con eso de que era la última oferta, y simplemente arrastrarán el árbol de luces hasta el siguiente local.
Pero por ahora me sumo a la gente que sigue a la flautista de Hamelín. Vamos despacio y es entonces que lo veo, estamos todos apelotonados, pero en la procesión van varios con muletas. No son todos parte de un mismo grupo, sino que están repartidos entre la gente. Es raro. ¿Serán actores disfrazados? Busco con la vista y me parece ver un par de sordos intercambiando lenguaje de señas. Busco a ver si hay algún ciego guiado por su bastón blanco pero no lo encuentro. El ritmo de la caminata es lento, resignado, de peregrinación.
Es entonces cuando la marcha se detiene. Empieza a sonar la sirena, que aturde, la pandereta, y el soldado asume su posición de barricada. Cambian el círculo del árbol de luces (40% OFF!!!), y encienden las luces que empiezan a girar. Es entonces cuando escucho la voz otra vez, amplificada y distorsionada, apenas inteligible: “Estamos en Seco. Ropa impermeable. Paraguas y pilotos. Aprovechá. No hay nada peor que mojarse. Seco, la mejor marca para que nunca te mojes. Y hay un 40% de descuento. Yo me compraría todo. Me compraría todo porque pronto se va a largar a llover. Y no va a parar. No va a parar nunca.”