Ayer asistí a una fiesta gay online brasileña, en Zoom. Había cientos de personas conectadas, con las cámaras encencidas, y duró casi 12 horas. Me sorprendió ver que en la mayoría de las casas había grupos de gente, claramente amigos, no gente que vive junta.
El foco rotaba por las distintas cámaras e incluso se los veía, al final de la fiesta, despedirse e irse. Y esto con la curva de contagio y muertos disparada, en Río y en Sao Paulo, de donde eran la mayoría de los bolicheros conectados.
Bolsonaro no es entonces el único responsable y explicador de la tragedia brasileña. Tampoco lo son los organizadores de la fiesta, que se hizo precismante para que la gente pueda disfrutar bailando y viéndose desde sus casas. Y esto no es para bardear a los brasileños, a los que considero hermanos del corazón. Amo ese país tanto como Argentina, y por eso esto duele. Hoy es el día de la madre en Brasil, y muchos amigos fueron incluso a visitar a sus madres, que son grupo de riesgo. El país del carnaval, la música y el abrazo, ahora es también el país de las fosas comunes y el colapso humanitario.
Esto pasa porque para los brasileños la idea de aislamiento social es inaprensible. Por eso los quiero, y por eso aprendí tanto de ellos: hasta al baño van de a ocho. En cinco minutos pasan de presentarse, a invitarte a una fiesta, a pedirte que canceles el airbnb y te hospedes en su casa. Y esto no es una exageración, lo viví muchas veces, decenas de muestras de inesperada hospitalidad. Allá me dicen mucho queridao, seu lindo, fofo, y aprendí rápido a hablar ese lenguaje, que es el portugués pero también el de la amistad, y el del amor. No importa si después no los veo durante seis meses, o nunca más.
Cuando amigos que están en pareja hace años me hablan con tonito condescendiente porque qué pena que estás solo, Christian, no saben eso, y nunca lo entenderán. Como persona gay, y soltero, experimenté mucha intimidad y conexión, y mucho amor también, aunque haya sido por una noche, un fin de semana, o un verano. Y no hablo solo de sexo, aunque también, sino de la intensidad de vínculos que se da precisamente porque no se los fuerza más allá de lo que impone una visita o un pasaje de vuelta. Cada una de esas despedidas fue triste, pero tambien reforzó mi fe en las personas, y el agradecimiento reverbera hasta hoy.
Sin embargo esa calidez humana y física, esencial para la forma de ser brasileña, ahora les juega en contra, porque es ahí donde el corona engancha para impulsarse y contagiar. Conviene ser argentino policía mala onda, por lo menos un rato. Así como yo sentí que ellos me enseñaban tanto, así traté estos meses, incluso con amigos muy cercanos de pedirles que se queden en casa. Incluso asustándolos, cuando muchos recurrían a su religiosidad difusa, o a la idea de que esto era una gripe fuerte. Nunca hicieron cuarentena estricta, y no porque Bolsonaro no la decrete, sino porque el concepto les resulta totalmente ajeno. Y porque como humanos siempre pensamos “a mí no me va a pasar”. Nos cuesta tener una distancia sensata y razonable con la enfermedad y la muerte, la mayoría opta por negarla. Como dijo Pedro Cahn, el virus no viene a nosotros, nosotros vamos a buscarlo, y en Brasil se ven la consecuencias.
Acá nos podemos felicitar, porque mucha gente, la enormísima mayoría, cumplió una cuarentena durísima, incluso en provicias donde casi no había casos. Y se pusieron el barbijo, y funcionó la pedagogía de la higiene y la distancia. Aun con rebeles y quejosos, y aun entendiendo que mucha gente la pasó y la está pasando horrible. No todos tienen la opción de hacer una cuarentena burguesa en Zoom. Pero estamos en un momento complicado, y siento otra vez bastante preocupación.
Si el virus en Brasil se vectoriza usando ese ser nacional del abrazo pegajoso, acá tenemos otro riesgo parecido. La curva de contagios y muertes está creciendo en capital y conurbano. Justo la región del país petulante, y que siempre tuvo, perdón, coronita. Los porteños se creen mil respecto a los burdos provincianos, exagero, sí, pero eso lo sabemos, y es así. Aflojan la cuarentena al resto del país, y pasamos a una etapa “razonada”, justo cuando asoma en el horizonte uno de nuestros rasgos identitarios más fuertes. Y encima el gobierno de la ciudad afloja casi todo, salvo peluquerías, gimnasios, restaurants, boliches y locales de ropa. Vi por ahí decir, en chiste, que esto era un directo ataque a la comunidad gay.
Permítanme ser petulante un ratito. Tengo un título en análisis de sistemas, y miro esto con esa lente, y puedo leer curvas, y como puto traumado que intenta decontruisrse, entiendo bastante de cómo funciona la negación. Veo que rápidamente muchos porteños toman la idea de “logramos achatar la curva” (aplicable al resto del país y todavía en veremos para nosotros), y el tono de “lo tenemos controlado” del mensaje de Fernandez y Larreta de los últimos días. Y agregala a eso la idea de que esto es ahora un problema de geriátricos y villas. Sí, justo en este país, con su larga tradición de barrer gronchos abajo de la alfombra. Para muchos los negros son como animalitos, border humanos, para muchos otros, hay que seguir la modalidad Susanita de Mafalda: hay que organizar eventos donde se sirva caviar y champán para después comprar fideos y polenta, que es lo que comen ellos.
Muchos festejamos, además, ver a Fernandez, Kicillof y Larreta sentados los tres juntos, dialogando, presentando un frente común. Hay que ver si ese frente se mantiene si sube la curva de contagios y muertes, o cuando aparezca el caso de un villero que contagió a una vieja cheta en Palermo, y la vieja se murió. El otro día, cuando Fernandez le dio la palabra a Larreta y a Kicillof, en la cadena nacional, tuve una sensación fea. Ni a Larreta ni a Kicillof los vi preparados para enfrentar esto. Larreta con sus apps y sus números pares e impares y la idea de pintar líneas amarillas en las calles. Y Kicillof con su villancico de gritos y estadísticas. Y no porque considere que tienen mala leche, sino porque la situación es muy complicada y, debo reconocerlo, me sirve más Fernandez, profesor con el control remoto de las filminas cagándote a pedos y felicitándote. Me da más confianza como él maneja la situación del país que como los otros dos manejan sus distritos. Dos distritos que tienen problemas graves en sus sistemas de salud, y porque remachan mucho el tema de “ya estamos preparados para el brote” y yo creo que no, porque cuando sube la curva aparecen muchos problemas que simplemente no podés prever. No alcanza con voluntarismo. Esto es lo más jodido que voy a decir porque no quiero alimentar esa veta de discusión.
Y todo esto sumado que la gente está podrida de estar encerrada y necesita ir a laburar. Y con un sistema de números pares e impares que es imposible de verificar, porque aparte no está la policía en la calle. Y avisaron que van a pasar a un modelo no punitivo. Hasta ahora nos funcionó el apelar a la racionalidad de la gente. Pero eso era con una cuarentena recién comenzada y con curvas disparadas en Italia y España, dos países que reconocemos como nuestros ancestros. Ahora las curvas se disparan en Brasil y Estados Unidos, dos países que vemos como exóticos.
Espero que no, pero hay varios factores que sugieren que la gente se va a volcar a la calle con la calentura acumulada de dos meses, y con el “es cosa de viejos y de negros”. No porque sean unos turros irredentos, sino porque somos humanos, y en nuestra precaria cajita de herramientas lo primero que manoteamos son esos prejuicios y emociones. La racionalidad, siempre tan denostada en un ecosistema de opinólogos sabelotodo, tuvo dos meses de sorprendente éxito. Gracias a un gobierno que decidió convocar expertos y dialogar.
Esperemos que esto que señalo no se convierta en una tormenta perfecta para el virus: una serie de factores combinados que tiren por la borda todo el esfuerzo que hicimos. Porque está claro, de acuerdo a lo que vimos en otros países, que una vez que la curva se dispara exponencial, no para hasta que muere mucha gente que podría estar viva. No soy pesimista, ni creo que la gente es una porquería ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también. El desafío no es quedarte en casa si pensás que te vas a morir sin respirador en un hospital, sino quedarte en casa lo más que puedas (andá a laburar, obvio, y no te vuelvas loco encerrado), ahora, que la curva se mantiene constante pero todavía no bajó, como en el resto del país.
Paciencia, calma y sensatez, hay que seguir peleando porque estas tres virtudes sean parte de la colección otoño invierno 2020. Es lo que se usa este año, y te da un look renovado. No caigamos en la moda retro del viva la pepa, el bardeo cruzado, y el jódanse, a mí que me importa.
(Voy a guardar este post y lo voy a releer dentro de un mes, ojalá piense entonces qué mala onda, chabón, no era para tanto, todo sigue okay.)