El bar hace rato que ya está lleno de gente, la mayoría con remeras o gorritas de Argentina, y por suerte me trajeron la milanesa con puré justo antes de que empiece el partido. No tengo la mejor ubicación para ver el partido, pero sí una gran ventaja, puedo mirar aquel televisor, medio de chanfle, o girar y seguir la jugada en este otro, al lado de la puerta. Y eso me viene muy bien, porque los mozos van y vienen entre las mesas, y me tapan temporariamente la visión.
De este lado, del lado del televisor al lado de la puerta, hay dos señoras morochonas y regordetas sentadas. Están en la mesa que está prácticamente abajo del televisor, una de ellas es tranquila y la otra todo lo contrario. Apenas empieza el partido, y apenas Argentina avanza apenas sobre el campo contrario, se levanta de a poco, y cuando el equipo se acerca al área ya está parada y gritando. Lo que grita no se entiende, o no es nada concreto, o es algo mayormente gutural. La gente que está atrás mío, y yo también de a poco empezamos a gritarle “daleeee, correteeee”, pero no tiene mucho lugar para correrse, y después “abajoooooo”, pero no hay manera, la señora ignora nuestros gritos y se sigue levantando y gritando.
Al rato se empieza a dar vuelta y a hablar (a los gritos) con los mozos y el encargado que la observan divertidos cuando ella está de espaldas y se miran como diciendo y a esta loca qué le pasa. Lo que le pasa, entre otras cosas, es que está medio borracha. Y se nota que quiere estarlo más, porque empieza a amenazar con que si Argentina mete un gol “me tomo una caipiroskaaaa”. Se nota que ya tomó varias, aunque el partido está cero a cero. Capaz que viene festejando goles desde la mañana, o desde que empezó el mundial.
La mujer que tiene al lado se ríe, y la tolera. Y la gritona la bardea. No se escucha lo que dice la otra, solo los gritos de la gritona que le dice “¡Noooooo! ¡Te odioooo!” y “¡No me hables máááás!” pero se nota que están jodiendo. De a poco me voy dando cuenta de que la pasión de la gritona por el partido no se condice con su conocimiento de fútbol. La escucho preguntar cuánto dura el partido, y por qué se fueron al vestuario. También aparece desconcertada con el minutero, que muestra el tiempo total, y no el del segundo tiempo. Los denodados intentos de uno de los mozos de explicarle acerca de tiempo adicional, etc, no rinden sus frutos.
Grita el gol con un alarido larguísimo, salta y baila, se sienta, pero como ve que siguen festejando vuelve a gritar y a bailar. Agarra el celular y se nota que va recorriendo toda su lista de contactos de Whatsapp y a cada uno le manda un grito de varios segundos. “¡Vaaaaamoooos!” o “¡Tomaaaaaa!” es lo que más dice, el resto no lo entiendo bien. Bardea a México, y dice cosas como ahíííí, asííí, etc.
Los que tengo atrás y yo mismo nos damos por vencidos, y vemos la mitad el partido y la mitad la espalda transpirada de la mujer que tiene puesta una remera celeste. Cuando el partido termina, finalmente, ella es la que grita más fuerte y levanta el puño apretado en un gesto de revancha. Y ahí vuelve a agarrar el celular y a gritarle a todos sus contactos que ganó a Argentina, y a bardear a sus contactos mexicanos.
Uno de los mozos que está congregado alrededor de la caja, y que vio todo este desborde me hace un gesto para que me acerque, porque me quiere decir algo al oído. Cuando me inclino hacia él me dice “Es peruana”.