Varadero, tercera noche
A la mañana siguiente despierto y aun antes de abrir los ojos siento el peso en la cara, en el pecho. Me muevo un poco y las sábanas raspan. Salgo de la cama y voy hasta el espejo: estoy colorado en franjas, desparejo, como si alguien me hubiera tirado baldazos de pintura roja jugando al carnaval. Siento el embotamiento de la insolación. Me duelen los pies, tengo ampollas por las ojotas y raspaduras por caminar por los caminitos ásperos sin ojotas. Tengo un cansancio de desinfle y de desconexión. El cuerpo, lejos de los engranajes de la vida de Buenos Aires, por primera vez se chocó con los elementos esenciales: el aire, el agua y el fuego, se lastimó, y ahora intenta protegerse o acomodarse. Estoy atontado, con la energía toda puesta en la reconstrucción: en levantar las represas de las ampollas, en desprender la piel para tejer una nueva, en drenar todo ese sol que entró. Es decir, este es, por fin, el primer día de mis vacaciones.
Ariel ya salió de la habitación, claro, es mediodía, debe estar practicando tiro a la carabina o jugando al bingo o aprendiendo a bailar mambo frente a la pileta. Me ducho, para despertarme un poco, pero es un error: hoy necesito estar confortablemente adormecido, un barco distante alejándose en el horizonte, mientras el cuerpo vuelve en sí. Así que voy al buffet, como algo liviano, camino hasta la playa y me meto enseguida abajo de una sombrilla de paja. Reconozco a algunos de los que estaban en la discoteca ayer, pero lo que me llama la atención son dos tipos. Uno tiene unos 45 años, está en cueros, bastante tostado, es morrudo pero se le nota el gym. Tiene un rólex aparatoso y del cuello le cuelgan unas cadenas gruesas, de oro. El que está con el debe tener unos 25 años y es, claramente, un escort, acompañante o como se lo nombra en las guías, un jinetero. Los brazos musculosos, el pecho hinchado, la cintura estrecha y los abdominales marcados. Tiene puesto unos shorts holgados pero se lo recoge para tostarse los muslos. Me quedo mirándolos. El pibe va y viene del bar de bebidas, con vasitos de piña colada para él y su cliente. Al rato el tipo se levanta de la reposera, agarra una pelota gigante inflable que no había visto y con un gesto de la cabeza invita al pibe a jugar. Se revolean la pelota en un sketch insólito, la única lógica es que el chico flexione algunos músculos y que al tipo le tintineen las cadenas en el pecho. Una exhibición destilada, en alta concentración, del jovencito apolíneo como bien suntuario.
Me voy de la playa con mi libro y me siento al borde de la pileta a pedir bebidas. Quiero ponerme en pedo de día, nunca lo hice y acá es gratis. Me siento protegido por esta pulserita de plástico que me abrocharon a la muñeca cuando llegué. Para eso estoy acá, para retroceder y ser un chico: que me den de mamar tetas de alcohol, para que me lleven en un trencito a mi habitación si estoy a más de 50 metros, para que me despierten a la hora que yo digo, para que me atonten. Miro la carta de bebida pero caigo en los clásicos: Cuba Libre, Piña Colada, Margarita, Sex on the beach. Cada tanto verifico tratando de leer unas líneas del libro si ya estoy en pedo. Cuando no puedo pasar de una línea a la otra sin sentir náuseas, freno. Camino un poco para que el viento me pegue en la cara. Me sonrío, porque para caminar derecho y que nadie se de cuenta del pedo que tengo necesito la concentración de Tu-Sam torciendo cucharas. Camino entre los chalecitos, todos iguales, durante, no sé, media hora. Me estoy meando. Entro a uno de los bares sobre la playa y voy al baño. Entro al baño y camino entrecerrando los ojos, disfrutando el sopor apenas pellizcado por el olor a pis, me abro la bragueta sin mirar. Abro los ojos y sobre el blanco del mingitorio veo una flor bestial. Es una rosa china, roja, abierta como una vagina que me come. Se me disparan varias cosas en la cabeza: me podría caer adentro de esta flor y no volver nunca más; qué hace esta flor acá, por que no ponen una de plástico, una flor acá, con este rojo que parece salirse de sus bordes, muerta y viva a la vez, en el color, en la erección del estambre desafiante, en la oscuridad planificada del centro; mirar hacia abajo buscando la pija chamuscada para mear, para no pifiar el chorrito y mearte encima y encontrarte con esta flor tan Pink Floyd The Wall, tan metáfora de cópula y canibalismo, tan lugar común después Alan Parker y su sexo, sus mentiras y su video. Miro para arriba, meo, guardo, me voy.
Camino y pienso: ahora sí que soy un borracho pelotudo en un all-inclusive a las 3 de la tarde. Me repito eso como un mantra y desde atrás del mantra surge una musiquita de flauta, como de música funcional. Es una melodía familiar, insistente, pero tardo en reconocerla. ¿De dónde viene? Giro la cabeza y busco como olfateando en el aire. Doy vueltas entre los chalecitos pero la música siempre parece venir desde atrás de mi cabeza o desde adentro y al final me doy cuenta que es. El bolero de Ravel en loop. No hay nadie en los caminitos, todo el mundo está en la playa, así que ni siquiera puedo preguntarle a alguien si estoy loco, si escuchan lo mismo que yo. Voy hasta la playa a buscar a Ariel, pero no lo encuentro, solo veo al tipo untando su taxi-boy con bronceador. Voy hacia la línea del agua a mojarme los pies. Frente al mar hay un carrito de venta de baratijas: collares, ceniceros de madera o armados con caracoles de mar. Desparramados en la arena, frente al carrito, hay distintos objetos de madera tallados, representan a negros haciendo cosas. Fumando habanaos, tocando la guitarra o los bongos, bailando entrelazados. La visión se me deforma y los veo desesperados por demostrar que son negros cubanos, ninguno de ellos descansa: chupan el habano con fuerza, con los ojos casi cerrados y los labios gruesos, tocan la guitarra y sonríen a la fuerza, bailan, se tocan y transpiran. No son íconos que contemplan o descansan, un negro en reposo no significa nada.
Vuelvo a la habitación a dormir la siesta, a sacarme este pedo místico de utilería. Me acuesto y la cama se levanta del piso a lo Mary Poppins. Cierro los ojos y la bajo al piso, subo el aire acondicionado y me concentro en el aire que me pega en la cara y así me duermo. Me despierto para la hora de la cena, con dolor de cabeza pero sin brillo de diamante loco. Como con Ariel en el buffet y después vamos a ver el show de la noche. Es en la pileta, ballet acuático. Unos docena de chicos de unos 15 años, todos en mallas ajustadísimos, con sus bultos secos y luego húmedos, opacos y luego brillantes, entrando y saliendo del agua en coreografías absurdas. Las piernas en tijera saliendo del agua, sincronizadas, chicas espigadas eyectadas desde abajo como misiles, por los brazos de sus compañeros, que se hunden y vuelven a surgir jadeantes a los pocos segundos. Yo quedo pegado en un limbo de culos burbuja, tensionados, sosteniendo los torsos musculados y más arriba el castillo de naipes de las bailarinas; en bultos que cortan el agua como quillas; en la ronda de cuerpos que levantan olas que mojan mis pies en el borde de la pileta. Ariel aplaude a rabiar, y al terminar el show va y se saca fotos con el elenco. Después quiere ir a la disco, pero le digo que estoy muy cansado y que me voy a dormir a la habitación. Me dice que vaya, pero que hoy sí o sí, antes de dormir tiene que hacer los ejercicios de respiración.
Me duermo inmediatamente, pero me despierto unas horas después, cuando escucho gemidos. Es Ariel, en la cama de al lado, respirando. Los gemidos crecen en intensidad, después se convierten en ahogo, como si fuera una chica en bikini en una mala película de terror pagando el atrevimiento de su sexualidad abyecta en manos de un serial killer. Me vuelvo a dormir.
Brillante!!! Lo de “mamar tetas de alcohol” muy descriptivo. Una vez me pasó querer dormir y que se me moviera la cama mal del pedo que tenía, pero no pensé en Mary Poppins, sino en El Exorcista!
Espero ansioso la continuación del relato.
Saludos desde Rosario, cuna del Ché Guevara.
un pedo cubano al sol… hay que vivirlo una vez en la vida. excelente relato, como siempre! gracias!!!
muy bueno, como siempre… por algun motivo no puedo sacarme de la cabeza la imagen de la flor entre pis…
Un placer leerte…:-)
Pedo de utileria. Cuan genio!
Como estoy de vacaciones y miro casi nada mi google reader tengo la grata sorpresa de 3 posts tuyos…
Me parece que me guardo uno para maniana y otro para pasado!
Abrazos
muy bueno realmente, buenas imágenes que te hacen centrarte en el lugar… voy para la siguiente