Mi vida sexual está marcada por el signo de la arroba. Esta ficha obvia estuvo ahí asomada, atascada en la ranura, hace rato, pero recién hoy me terminó de caer. Conocí al primer tipo con el que cogí, en un chat, en 1997 o 1998. Había todavía una distancia irónica entre la asepsia de la tecnología que permitía el levante (recuerdo que el chat que yo usaba tenía salas sociales repletas de gente y salas sexuales con muy pocos usuarios) y el telo mugroso donde cogimos (el único donde dejaban entrar a dos hombres, seguramente ilegal). Desde ese momento hasta hoy conocí a casi todos mis novios, garches y amigarches a través de la red.
Clase: detengámonos un segundo a examinar nuestros emails, nuestra carta de identidad en esta red (que antes era telaraña) de fibra óptica (que antes era cable pelado) que escupe bits (y que antes hervía de chispas). Un email empieza con un nombre, pero no, a veces no. En el mundo del levante el nombre muta a breve descripción: macho24@blabla.com (género y edad), colitapalermo@blabla.com (metonimia – la parte por el todo -, ubicación), nosequeponer@blabla.com (terror frente al casillero en blanco, admisión de culpa), adflkjasf@blabla.com (terror frente al casillero en blanco, práctica de motricidad), etc. Este nombre es una elección y una definición arrebatada a nosotros mismos, que sólo a veces superponemos a la decisión de nuestros padres al nombrarnos (juan@blabla.com, pinchame@blabla.com).
Muchos de los enigmas de nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo coagulan ahora en esa elección. Si elegimos nuestro nombre, ¿deberíamos aprovechar esa oportunidad para un cambio cosmético? Si somos Marcos, ¿deberíamos cambiar esa c por una k, para darle un contorno más cuadrado a nuestro nombre, y ser, por fin, Markos? ¿Deberíamos desempolvar el apodo infantil y volver a armarlo como si fuera un arbolito de navidad?: Pancuca42@blabla.com, ChingoloBoedo@blabla.com, MonchoLugano@blabla.com? ¿Hacerle publicidad a nuestra banda punk e inmolarnos así por el bien del rock?: HerpesAgain@blabla.com, MocoViolaceo@blabla.com, MeVioleALasNonasdelGeriatrico@blabla.com? Y también, ¿debemos incluir nuestra edad actual en el nombre y detener así el tiempo?: Juan23@blabla.com cuando ya tenemos 28, CulitoAbierto22@blabla.com y delatar así que pasaron 6 años y seguimos invitando gente a la misma inauguración?
Después sigue el signo que nos ocupa, la arroba, que es una abreviatura de “at” (en inglés: “en”). Es decir: debería seguir una marca de lugar. Pero lo que sigue es hotmail o gmail, o sea un no-lugar. O mejor dicho un lugar viral, ninguna chinche clavada en ningún mapa: una afiliación a una mancha voraz.
Y ahí en el medio, ese nudito que es la arroba, ese molusco, ese espiral, ese laberinto donde nuestro nombre elegido revoleando los ojos frente a un monitor persigue un lugar que no está en ningún lado. Esa arroba, ese ombliguito, esa marca de nacimiento al mundo virtual. Esa identidad falseada (para los demás, pero sobre todo para nosotros mismos, porque implica una elección gutural, momentánea) atada a un deseo de estar en todos lados para no estar en ninguno.
Y entonces, hace un año, conocí a Christian. 22 años, mendocino residente en Mendoza capital, estudiante de cine. Todo esto lo supe después. Lo primero que supe fue lo que me mostraron los píxeles de su cámara en el chat. Rasgos suaves endurecidos por la nariz cuadrada, ojos juguetones, sonrisa fácil. Y más abajo: pecho torneado, pezones color del tiempo y tatuajes como andamios sosteniendo toda esa carne firme. Después sí supe que medía casi 1 metro 90, que estudiaba cine, que le encantaban los osos morruditos. Todo esto me lo dijo en mayúsculas con muchas vocales repetidas (“OSITOOO PARAAAAAAA”) y kas donde deberían leerse ces (“KE HACES CHEEEEEE”) y puntos suspensivos como única puntuación (“QUE QUERES HACER……. VOS DECIMEEEEEEE …. NO ME VUELVAS LOCO OSITO……. DAAAAAAAAAALE”). Eso sí, no escribía volver con B larga ni conjugaba el verbo hacer sin haches iniciales: me dejé llevar.
Y al principio nos llevamos bien. Se resistía a mostrar el culo en cámara para todo el chat, pero al final lo mostraba (aunque dos segundos y porque sabía que tenía un culo hermoso). También se resistió (una semana) a mandar fotos, pero cuando las mandó me gustó lo que mandó. Una mezcla de fotos de distintos estilos. Tirado en boxer ajustado sobre un sofá. Con un par de amigos todos gritándole a cámara. Mostrando el orto en slip. De cerca con anteojos oscuros y mochilita de pendejo Rip Curl, sacándose la foto él mismo con el brazo estirado y desde arriba. Un primer plano del bulto en boxer blanco. Él con otros pibes filmando un corto.
Tuvimos unas sesiones de chat idílicas. No existía en ese momento el futuro ni el pasado, sólo el presente de mostrame el culo: a ver…, ay qué lindo, mostrame el bulto…, uffff qué hijo de puta. Después de unas semanas no tuvimos más remedio que charlar. Me contaba lo que había hecho durante el día (que era una de estas tres cosas: fui a la Facu, fui al río, fui a tomar algo con amigos) y él me preguntaba qué había hecho durante el día (y a mí me aburría contarle). Intenté charlar de música, pero decía que escuchaba radio por internet, no tenía ninguna banda favorita. O mejor dicho, citó una sola (no voy a decir cuál) y preferí cambiar de tema. De cine tampoco sabía mucho, a pesar de estudiar cine. ¿Libros? Nada. Cuando le pregunté qué cosas le apasionaban me contestó que los ositos como yo. Me di por vencido: Christian, a pesar de llevar mi mismo nombre, no se me parecía mucho. Sus pasiones (ir al río con los amigos, filmar cortos relocos con los amigos, ponerse en pedo con los amigos, los fines de semana, y sobre todo escuchar a esa banda que no voy a nombrar y fumar marihuana con los amigos) me parecían lejanas, sindicales, inescrutables.
Fue en ese momento que la banda innombrable vino de visita a Buenos Aires y Christian anunció que se venía para acá un fin de semana largo. Me pidió el celular, me dio el suyo, quedamos en vernos el jueves a la noche, apenas llegara. Pero pasó el fin de semana y nunca llamó. Le dejé 5 mensajes en el celular (apagado), en el msn y por email. A la semana siguiente apareció en el msn como si nada: “HOLA OSITOOOOO”. Cuando le pregunté qué había pasado dijo que había llegado el jueves muy cansado y se había ido a dormir directamente, que al día siguiente había ido a ver a la banda intragable y que odiaba, odió y odiará a Buenos Aires tanto que cambió el pasaje para volverse antes. Le pregunté por qué no había llamado. Respondió con excusas insólitas. Al menos avisá, pelotudo, lo increpé. No me comas la cabeza, se defendió. Andate a cagar, ataqué. Y no me vuelvas a contactar, fuiste, agregué. Ok, como quieras, selló, displicente. Lo bloqueé en el msn y lo borré.
A los dos días mandó mensaje de texto al celular, pidiendo perdón, con mucho OSITOOOO con o alargada. No le contesté. Insistió con mensajes. Nada. Después empezó a llamar al celular. Hasta que un día me pudrí y contesté y le dije que no molestara más, que no tenía ganas de pelotudear con pendejos que me calientan la cabeza 3 meses y después histeriquean. ¿Por qué nunca te ofrecés a venir vos a Mendoza?, preguntó. Le dije que ese no era el tema, que él tampoco había venido a Buenos Aires a verme, sino a ver a su banda inaguantable. Y que el tema era que habíamos quedado en vernos. Corté y no volví a contestarle los llamados.
A los pocos días empezó a entrar de nuevo al chat y aunque lo ignoraba o lo bloqueaba, seguía insistiendo. “SOLO ME INTERESA UN OSITO…. PERO….. NO ME DA BOLAAAAAAAAAAA”. Se quedaba horas repitiendo esos mantras obsesivos en el chat público, sin que yo le respondiera, hasta que se cansaba y se iba. Después empezó a bombardearme con mensajes privados pidiendo perdón. Al final cometí un error que lamentablemente volvería a cometer: lo desbloqueé y volví a hablar con él.
Y eso pasó varias veces en este año. Hablábamos bien (aunque yo cada vez más reticente). Él se ponía cada vez más cariñoso, con mensajes de texto melosos, mensajes en el contestador, etc, y yo le decía que no quería tener una relación a distancia: ni por chat, ni por msn, ni por teléfono. Que me gustaba, que tenía ganas de conocerlo en persona, pero que no iba a mandar “cuchi-cuchi como te extraño” por mensaje de texto. Él sí lo hacía y cada vez más. Los bombardeos románticos se daban en ráfagas: había fines de semana en los que llegaban mensajes de texto aleatorios contándome que estaba borracho pensando en mí, tirado en el río con los amigos pensando en su OSITOOOOOO LINDOOOOO, escuchando esa banda vomitiva y pensando en mí. Después nos peleábamos, porque él me reprochaba que yo no le contestaba los mensajes. O me decía que yo sólo quería coger y él buscaba algo distinto, porque “coger puedo cogerme al que yo quiera”. Un día, mientras charlábamos en cam, medio enojado, me mostró que estaba con otro tipo barbudo sentado al lado y cortó diciendo que se iba a coger. Volví a sacarlo otra vez del msn. Cuando lo volví a admitir le pregunté si estaba en pareja. Se hizo el boludo, dio vueltas, no contestó del todo. Ahí me cansé y le dije que ahora sí se terminaba: que no jodiera más. Que sólo me contactara si venía a Buenos Aires y que me contactara para coger. Para nada más: no para charlar, ni para tomar un café. Para c-o-g-e-r. Y sino que estaba todo bien, que no estaba enojado ni nada, pero que no llamara más.
Ahora sí no contesté los ruegos por hablar, por volver a admitirlo en el msn, etc. Y al final (debería dejar de usar el latiguillo “al final” en esta historia que se estira y se estira) dejó de llamar y desapareció. Hasta hace unos dos meses. Venía otra vez a Buenos Aires, a ver a su banda repugnante, y quería verme.
“hola chistian,soy chistian de mendoza,como me tenes blokeado de mil maneras y yo no te msjeee mas,,por ke borre tu nro,,queria decirte ke voy para alla, aun no veo el tema del pasaje estare por alla,toca [banda innombrable] y ya tengo mi entradita,andare por tu zona,asi ke si keres cuando kieras mandame un msj y si aun te interesa te doy la dire del dpto para ke caigas y charlemos un rato,viajo solo,llego el mismo dia en el ke viaje asi ke tambien nos veremos con tiempo siempre y cuando kieras,dije que iva a ir y ahora te aviso,mi cel es [numero de celular] mandame un msjito,todo bien christian,,si queres tomamos algo charlamos comprobas ke soy un boludo y listo jojojojojoj abrazoo grande”
No le di bola. Mandó otro mensaje a los pocos días, desde otra dirección de email:
“me agregas a este msn???ke me decis del mail ke te mande???”
No le di bola. Veinte días después:
“ME CAGAS DE GUSTO,ES AL PEDO..DALE PERMITIME EN EL MSN DE NUEVO Y APARTE SI NO ME GUSTARIAS NO TENDRIA KE INSISTIR TANTO A LAS 10 DE LA MAÑANA DE ALLA LLEGUA EL VUELO..TE DIGO LA DIRE DEL DPTO SI TE INTERESA,CUANDO ME RESPONDAS EL MAIL,,,,,VES KE POR LO MENOS LE PONGO ONDA”
Le contesté:
“Dejame dicho qué días vas a estar acá, en qué horarios vas a estar libre y a qué teléfono te puedo llamar y veo. No quiero complicaciones. Si te interesa en esas condiciones, bien, sino ignorá este mensaje.”
Contestó:
“jueves,viernes,sabado,y domingo hasta las 6,,domingo a la madrugada,[número de celular],,horarios ni idea,,igual es casi seguro ke este todo el dia con la compu encima y conectado,,fijate,,,mi vuelo llega el jueves a las 11 de la mañana,”
Ese jueves, el día de su llegada, hablamos a eso de las 6 de la tarde. Le dije que nos viéramos a la noche. Sí, decime a qué hora, dijo. No, a esa hora estoy con amigos, dijo. ¿A esta otra hora?, dije. No, tampoco puedo, dijo. Dijo que iba con los amigos a Amerika, que vaya con él. Dije: ni en pedo voy ir a un boliche con vos, Christian. Con vos y tus amigos, menos. Ya hace más de un año que chateamos y me histeriqueás y das vueltas. Lo que te propongo es bien clarito: nos vemos en la esquina del telo y vamos a coger. Después charlamos todo lo que quieras. Pero si tu idea es seguir comiéndome la cabeza eternamente, dejémosla acá. No me va la onda respetame, mi virginidad te la doy después del matrimonio, dije. Siguió metiendo excusas y me hinché las pelotas. Otra vez lo mismo y esta vez desde Buenos Aires, a pocas cuadras de mi casa, dije. Lo volví a bloquear y a eliminar y esta vez para siempre.
Esa noche, a las 5 de la mañana, sonó mi celular. Era él. Contesté.
– Hola osito, quiero verte – dijo.
– No, Christian, ya está. Estás pelotudeando.
– Son las 5 de la mañana, quiero verte. Me tomo un taxi y estoy ahí en 5 minutos, como dijiste vos. Sin vueltas.
Me frené y pensé 10 segundos. No tenía ganas de salir de mi casa a un telo a esa hora. Pero tampoco quería darle la dirección a un pibe que se notaba que me quería comer la cabeza y que pasaba en sus revires de “sos el único oso que me interesa” y “no sé que me pasa con vos, me hacés enojar y me comés la cabeza pero sigo enganchado…” a “listo, chau, yo puedo tener a cualquier oso que quiera, si voy a Buenos Aires hay otros 50 que se me tiran encima”.
– Christian, si te doy la dirección venís en 15 minutos – dije -. Sino me voy a dormir. Y es ahora o nunca. Nada de charlar. Nos vemos abajo, si te gusto y me gustás, te invito a subir y si aceptás subir, cogemos. No es hora de charlar. Ya estoy podrido de toda esta pendejada.
– Sí, está bien, no seas malo conmigo, dale. Dame la dirección.
Le di la dirección y el timbre sonó 15 minutos después. Bajé a abrirle la puerta y lo vi parado en la vereda, con una mochila enorme en la espalda. Era más alto y más lindo de lo que parecía en cámara. Sonreía como si recién se despertara. Obviamente había estado en Amerika con los amigos, se había puesto en pedo y ahora se había puesto mimoso. Me abrazó como a un viejo amigo.
– ¿Subimos? – pregunté.
– Sí, claro.
Subimos, abrí la puerta. Le pregunté si quería tomar algo. Dijo que agua.
– Apagá la luz de arriba que me hace mal a los ojos – dijo.
Le hice caso y prendí una lámpara más tenue. Se volvió a quejar. Me saqué la remera y la puse sobre la lámpara para atenuar todavía más la luz. El futón ya estaba abierto así que lo abracé, lo besé y lo empujé de a poco para que nos recostáramos. Me besó con la lengua medio inerte. Le mordí el cuello. Se reía. Me apartaba. Hola lindo, me decía, haciendo caritas y bloqueando mi avanzada.
– Sacate la remera vos también – dije.
Se la sacó. Tenía el cuerpo tatuado y marcado que había visto ya en la cámara. Lo trabé contra la cama y le mordí en pezón. Se rió. Pará, pará osito, dijo. Me calme un poco y empecé a besarlo con suavidad. Pero me apartaba la cara, que sostenía entre sus manos, y me sonreía.
– Boludo, tenés un pedo feroz – dije.
– Je, sí.
– ¿Se te va a parar?
Me subí encima de él, lo trabé boca arriba y le empecé a desabrochar el cinturón. Le saqué las zapatillas y empecé a tironear de los pantalones para abajo. Se resistía.
– Christian, ¿en qué quedamos? – pregunté.
– Bueno, che…
– No quiero charlar Christian. Ya tuvimos horas y horas de charlas. Se acabó la charla. Ya te lo dije.
Se dejó bajar los pantalones. Tenía puesto unos boxers ajustados y el bulto grandote, pero la pija muerta. Empecé a bajarle los boxers. Comprobación: la pija era grande y estaba blanda. Se volvió a subir los boxers. Hubo unos momentos más de 100% lucha, forcejeando, hasta que desistí y me recosté al lado de él. Me abrazó desde atrás. Me quedé en silencio, pensando a toda velocidad.
– Ya está, Christian. Otra vez el mismo jueguito de siempre – le dije.
– ¿Qué?
– Que lo único que te interesa es este tire y afloje. Decirme que estás enamorado, que soy el único oso de tu vida, que soy algo especial, pero no tenés ganas de coger.
– No, no, pará…
– Nunca vamos a coger, Christian. Ya te dije que a mí no me interesa algo con vos si no cogemos. Será una limitación mía, Christian, pero no me interesa.
– Pero yo sí quiero coger, pará… calmate.
Me senté en el borde del futón, con la pera apoyada en el puño, el pensador de Rodin hirviendo de calentura frustrada.
– Listo, vestite – dije.
– Pará, Christian, charlemos.
– Christian, hablamos un año entero ya, miles de veces. No quiero charlar más. Ya discutimos y charlamos todo lo que había que discutir y charlar. Todo bien, me hace mal esta situación de mierda. Vestite que te acompaño abajo.
Se puso los pantalones y la remera. Se paró en el medio del living y torció la cabeza, puso trompita de chico desamparado. Dame un abrazo, pidió. Lo abracé. No me soltaba.
– Todo bien, Christian, ya está – dije.
– No, esperá. Dale, cogemos como vos decís.
– No, Christian, ya te di demasiadas oportunidades este año. Lo que hiciste hoy es consistente con lo que venís haciendo. El pelotudo soy yo, en volver a creerte. Lo que te interesa es jugar tu jueguito. Ya está, ganaste. ¿Contento?
Se quedó duro en el medio del living e intento abrazarme. Le saqué la mano. Me puse la remera que saqué de arriba de la lámpara. El calor de la tela me hizo frenar un segundo, me abracé instintivamente y me froté los brazos.
– No, no me voy – dijo.
– Dale, Christian. No hagas estas pelotudeces. Mañana trabajo y ya se hicieron las 6 de la mañana.
– No, yo vine desde Mendoza y me tomé un taxi para verte…
– Christian, ya está.
– Me hace mal la luz, bajá la luz.
– Igual ya nos vamos Christian.
– No, no me voy a ir así.
Lo miré, agarré un mantel del cajón y lo puse sobre la lámpara para atenuar la luz otra vez.
– Christian, es obvio que no somos compatibles – dije -. Vos buscás alguien que te mande mensajitos de texto tiernos, que chatee, que te diga hola lindo, cuchi cuchi, que te prometa romanticismo y una pareja a larga distancia. Yo no soy nada de eso. Te lo vengo diciendo desde el primer momento: me gustás, me caés simpático y tengo ganas de coger con vos, pero la onda romántica sin antes conocernos en persona y coger no me va. Pensé que había quedado claro, pero es obvio que no. Dejémoslo, es al pedo.
Me acerqué para tomarlo del brazo y llevarlo hasta la puerta. Me apartó bruscamente y me miró fijo. Lo que vi de cerca me dio miedo: las facciones estaban siendo empujadas hacia afuera del cráneo por la furia tectónica que crecía abajo. ¿Estaba actuando para cagarme la noche o era realmente peligroso?
– Christian, no me hagas esto por favor – dije.
– No me voy a ningún lado.
– No me hagas llamar a la policía, por favor. Ahorrémonos el mal momento.
Se encogió de hombros.
– El que te vas a meter en problemas sos vos – dijo -. Mi viejo es jefe de policía en Mendoza. Si llamás a la poli salgo en 2 horas.
La comisura de los labios le temblaba, sacudía la cabeza. Sentí la tensión del miedo en los músculos y el cerebro recorriendo un diagrama de flujo de opciones. El objetivo: hacer que el pibe salga del departamento. Me puteé otra vez por haber intuido correctamente que no podía darle la dirección y aun así haber traicionado esa intuición por un pecho torneado y tatuado.
Pensé: este pibe sólo conoce mis gestos a pocos cuadros por segundo, a través de la cámara. Si actúo bien se la va a comer. Hora de actuar. Puedo actuar. Tengo que terminar llorando, pero sin exagerar, pensé. Tenía la espalda contra la pared, así que se me ocurrió un gesto de impotencia cinematográfico. Apoyé la espalda contra la pared, la dejé resbalar hasta el piso, hundí mi cara entre las rodillas.
– No podés hacerme esto, Christian – dije, con la voz ahogada.
– Christian, empecemos de nuevo, como si recién llegara.
– No Christian, yo ya no puedo. ¿Cómo me hacés esto? ¿Te dejo entrar en mi casa y me amenazás? ¿Sos pelotudo?
Me levanté. Había llegado el momento de jugar una carta fuerte.
– Te lo pido por favor, Christian, vamos – dije, tratando de empujar las lágrimas.
Agarré su mochilla y mis llaves. Bajó la cabeza y me siguió. Intentó trabar la puerta del ascensor cuando subimos. Christian, por favor, volví a decir. En el ascensor me abrazó. Lo dejé abrazarme, con el cuerpo inerte. Me vi en el espejo y desvié la mirada, tenía que seguir actuando un poco más. Llegamos a la puerta del edificio, pero Christian se frenó unos metros antes.
– No me voy, ya llegué hasta acá – dijo.
– Christian, por favor.
– Vos subí, yo me quedo acá.
– No te puedo dejar acá, dale. Christian, ya está. Salí, dale.
– No, no me voy.
– La puta que te parió, Christian.
Se cruzó de brazos y se quedó mirando el piso.
– Voy a abrir la puerta y a gritar a alguien para que venga a ayudarme – dije.
– Yo no vivo acá, el que te jodés sos vos.
– Cortala, boludo. Ya es una noche de mierda así como está.
Se encogió de hombros. La furia arrasó con mi miedo. Por un segundo me detuve en la ironía: hacía una hora había visto a través de ese vidrio a este pibe de un metro noventa, con su mochila y su sonrisita ladeada y había agradecido mi suerte. Ahora estaba pinzado entre el miedo y la furia. Este pendejo de mierda me había cagado la noche y pretendía extender el daño más allá. Abrí la puerta con la llave. Lo agarré del brazo para empujarlo. Se zafó. Lo agarré de las dos tiras de la mochila y empujé con fuerza. Me apoyé en los escalones y tire más. Trastabillando atravesó la puerta, pero empujó para volver a entrar. Le apoyé la mano en la cara y lo empujé. La puta que te parió, Christian, dije. Sacudió la cabeza con furia mientras yo cerraba la puerta. Giré y fuiste hasta el ascensor y no volví a mirar atrás.
Pensé otra vez: la puta que te parió, Christian, mientras subía en el ascensor. Pero esta vez el Christian al que me refería era yo.
Entré al departamento temblando. Cerré con llave y trabé la puerta. Apagué todas las luces. A los pocos segundos empezó a sonar el portero eléctrico. Timbrazos largos, insistentes, enloquecidos. Pensá, Christian, pensá. Pensé en llamar a la policía. No, ya está afuera, ya se va a cansar. Pensé en llamar a mis viejos. Al pedo.
Acomodé todo para irme a dormir mientras sonaba el timbre. Prendí una vela. Y fui hasta el disyuntor y corté la luz para que no siguiera sonando el timbre. Pero insólitamente siguió sonando. Obviamente la corriente eléctrica que alimentaba el timbre venía de otro lado.
Contesté el portero.
– Christian, por favor, andate – dije.
– No me voy a ir. Dejame entrar.
– No, Christian, ya está.
– Dejame entrar, osito, dale. Te prometo que me porto bien.
– No, Christian. En serio, ya fue.
– Dejame entrar. Te dejo la laptop que tengo en la mochila de garantía, en serio.
– Christian, estás loco.
– No me voy a ir, eso te lo aseguro. Yo vine acá a buscar algo y no me voy a ir sin tenerlo. Te quiero coger.
La idea de que este pibe me cogiera ahora me revolvía el estómago.
– La hacemos corta, entro, te cojo y me voy – insistió.
– Ni en pedo, Christian. Chau.
Colgué el portero, pero el timbre siguió sonando, ahora con un timbrazo continuo.
– Basta, Christian, en serio. Si me conocés sabés que no te voy a abrir la puerta, hagas lo que hagas – dije.
– Christian, yo siempre consigo lo que quiero. Desde chico siempre me dieron todo lo que quise. Y ahora te quiero a vos. Hace un año que quiero esto. Ahora estoy acá, así que abrí. Entro, te cojo y me voy. Y no me ves nunca más. Te lo prometo.
– No – y colgué.
El timbrazo sonó ahora más largo que nunca. Agarré la vela y fui a buscar la caja de herramientas. Volví. El timbre seguía sonando. ¿Por qué mierda no se quema de una vez?, pensé. Desatornillé el portero. Traté de encontrar el lugar que vibraba, pero no quería romper nada y quedarme una semana sin timbre. Sobrevivo gracias al delivery, sin timbre en dos días muero de inanición. Fui hasta el baño a buscar el algodón y metí pelotas de algodón en todas las partes que vibraban. Silencio. Por fin.
Me metí en la cama y traté de dormir. La cabeza no me frenaba. El corazón me golpeaba. Nunca más estas pelotudeces, Christian, me dije. Sonó el celular. No contesté. Sonó el indicador de mensaje de voz. Durante 5 minutos llamó como 10 veces y dejó 3 mensajes de voz. Después empezó a sonar el aviso de mensajes de texto también. Dejé el celular prendido, para escuchar cuando dejaran de sonar llamados y mensajes, y así deducir que se había dado por vencido. La espera duró media hora y por fin silencio. ¿Se habría ido? Me acerqué al portero y apoyé la oreja. Ya no tocaba timbre tampoco. No quise escuchar ni leer los mensajes. Temía que dijera algo a propósito para no dejarme dormir. Los leería al día siguiente, tranquilo.
Me metí en la cama a mirar el techo, resignado a dejar pasar mis pensamientos hasta que se apagaran solos. Dos horas después me dormí. Al día siguiente me enteré, leyendo los mensajes, que se había quedado una hora y media abajo. Pedía perdón cada vez con más énfasis. En el primer mensaje: “No sé que me pasó, perdón.” En uno de los últimos: “Dale, osito, no seas malo, me encantás. Soy un forro, lo sé.” No volví a llamarlo ni a contestar ningún mensaje. Al día siguiente, a eso de las 6 de la tarde volvió a llamar dos veces. No le contesté. Y después mandó un mensaje de texto. El último. Por suerte, después de eso, nunca supe más nada de él.
El mensaje decía: “SIEMPRE CAGO TODO….SOY UN FORRO…..OSITO PERDONAME..YO SE QUE SOY UN PSICOPATA….PERO NO SOY UN MAL TIPO”
¡Buenísimo! Y gracias a internet puedo leerte y disfrutar de tus relatos 🙂
Soy un psicópata pero no soy mal tipo, es mortal!!!1 de libro!!!!!
muy bueno aunque escalofriante
un abrazo
ale
A mierda, linda historia, lastima que realmente haya pasado. pero si…
Hay que decir, que esa ultima frase mata.
Javier
Ay osito…! Al menos sé que no soy el único que cometió ese tipo de errores, me latía fuerte el corazón mientras leía…
Cuidémosnos de los psicóptas!
Creepy! El problema es que “donde manda capitan no manda marinero” y en tu caso tu corazon es el capitan y tu brain el marinero. Ojala logres quitartelo de tu corazon pronto yyyyyyyyy que no cometas el mismo mistake de darle tu direction a un desconocido.
Cuidate mucho,
Un abrazo,
Vero
leyendo tu relato me doy cuenta que por mas que uno se de cuenta de las cosas es necesario sastifacer nuestros caprichos y es un error tan comun que hasta el mas sabio lo cometiria por mas diminuto que sea, y las consecuencias que nos acarrea pueden desvastarnos o enseñarnos algo……….. bueno Sr Xtian me encanto su relato saludos y abrazos
jaja ese chico es lo q yo llamo un ciber pajero , en internet hay muchos , pero tenia razon en algo sos un osito lindo . te dejo la dir de mi blog http://www.posmodernoygay.blogspot.com donde escribo sobre temas varios como la moral y las tetas .
por cierto, tu blog si es adictivo ,lo estoy comprobando incluso los post mas largos son magneticos.
Yo soy posmoderno por mi forma de pensar , pero noto q vos lo sos en tu forma de escribir , tan a lo Irving Welsh absolutamente posmoderno , yo soy mas barroco , o mas solemne ( sera por mi idiosincrasia uruguaya ?)
creo q a los uruguayos capaz q nos falta soltarnos un poco mas . besos
Muy divertida la historia, atrapatante y
Gracias ¨buen tipo¨, si no existieran pibes como vos, de donde sacarían los escritores los mejores sus relatos.
Lo único, Xris, para la proxima creo que podes escribir el final sin que suceda en la realidad, por una cuestión de seguridad.
Me encanta leerte. Qué genial sería un libro con tus historias.
Abrazo grande.
No me cabe duda de que tu relato es real, porque me he topado con psicópatas así… creo que su comportamiento no tiene explicación racional, simplemente son psicópatas y lo mejor que podemos hacer es demostrarles desinterés absoluto.
Si reaccionamos a su locura, les encanta porque estamos dentro de su juego.
Menos mal que la sacaste bastante barata, podría haber sido peor…
Saludos
Qué miedo estar en una situación como esta. La verdad hay gente que anda por la vida pensando que puede entrar y salir en tu vida así sin más y ademas cagartela sin dar nada a cambio…
“El tiempo de charlar ya pasó, ahora quiero coger”
Empece a leer el post cuando llegue a la oficina, entre medio tuve que ir a 2 reuniones, simular que trabajaba, y despues fui a almorzar, siempre tarde porque seguia leyendo!! Muy bueno el relato… y menos mal que te lo sacaste de encima y no llegaron a cojer, porque si no no te lo sacabas mas (aunque el puto en mi no deja de pensar que por como te hablaba, incluso el “osito” y encima estaba bueno… probablemente el sexo hubiera estado increible… pero demasiado “caro”)
Vaya historia… Nos puede pasar a cualquiera, aunque toco madera que no me pasó aún. Yo también a veces me dejo histeriquear por alguien porque simplemente tiene un cuerpo muy apetecible. Pero cuando me dieron tantas vueltas, con algo de dolor, los elimino del MSN, y hasta ahora no han volvido a insistir.
Me causa gracia que ya asumís que sos un oso morrudito. Porque siempre me acuerdo de esa escena que describiste tan bien, vos en un telo con un flaco, que por primera vez te dijo osito y vos tomaste consciencia.
esta historia me dejo un poco mal!
si te interesa saber mas del transfondo psicologico de esta historia, lee “juegos en que participamos” de eric berne. Lee sobre el “juego de rapo”
dice que entre hombres puede llevar al homicidio, pero siempre me parecio exagerado… hasta ahora
Que “psicopateada” como dice la diva de las tetas…tipos así en internet te los cruzás y a veces te engañan, un segundo…después a sacarlos a escobazos!! y tal vez uno aprenda a distinguir esa delagada línea.
Muy buena lectura, un halago así al pasar…así soy 😀
Es bueno saber de estas cosas, por lo menos para mí que estoy empezando a conocer gente por chat. De todas formas no es un medio que me guste mucho.
Espero tengas mas cuidado para la próxima… no dejes que la bragueta pueda mas.
A propósito, estoy esperando la segunda parte de “En el secundario”.
Abrazo,
Llegué a este blog por otro blog… sos mejor contando cuentos de putos que opinando de política…
Christian: Impresionante!! En un momento hasta me dió terror. Mas allá de lo sucedido, una maza como transmitís por lo que pasaste. Fuerte, eh?!!!!
Temblé por vos. ¡Cuidate! ¡Mirá que casi nunca los psicópatas avisan! Ni cuando ya se fueron…
Por otro lado: ¡está tan bien escrito!
Un placer leerte, como siempre. Un alivio saber que estás bien.
jAJJA.. TE SIGO DESDE HACE YA UN TIEMPO… TE QUIERO FELICITAR… ESTE RELATO ESTA MORTAL… EN SERIL TE PASO ESO.. QUE LOCURA!!!. ALGO BUENO: LA FRASE DEL FINAL.. Saludosss!!!!
No te sientas mal por no haber hecho caso a tu intuición… No se puede estar lo suficientemente preparado. Soy psicóloga y la experiencia con una psicópata me hizo cambiar el rumbo de mi profesión. Son sencillamente “mala gente”, que buscan generar miedo y angustia en el otro, que juegan con tu cabeza, te enroscan, buscan tu punto débil… Para gente como yo (y posiblemente como vos) la sensación del encierro que produce el capricho ajeno, el hacerte sentir prisionero en tu propio lugar, el cambiar todo el tiempo de fachada para adueñarse de vos es completamente… Aterrorizante.
Mura: que bien lo expresaste “prisionero en tu propio lugar”; sin llegar a estos extremos cuantos no tuvimos alguna pareja asi?….lo bueno siempre es ese instante después en el que nos damos cuenta que ZAFAMOS!!
A todo esto… me quedo con la intriga: ¡¿qué banda era?!
uf!
Preguntale para la próxima a Dan.
Pobre de ti.
Y que salvadita…
Muy bueno como retratas la soledad agobiante que a veces nos lleva por mal camino.
HOLA Q BUENA HISTORIA MEN SI HASTA ME IMAGINE TODO LO Q ESTABA SUCEDIENDO CREO Q ENTRARE MAS SEGUIDO TE FELICITO DESPUES DE TODO NO SOS UN MAL TIPO… JEJEJ SUERTE
uh, q creepy esto! lo peor es q internet está lleno de gente así!
no soy de leer. por alguna razon lei todo esto y me gustaria saber:
porque te enredas en este tipo de cosas?
a simple vista pareciera que vales mas que esto. hacete valer.
saludos,
martin
Loco!! Como no conocí tu blog antes!!! Que bueno que es!!!!! Realemente espectacular!!
Creo que todos alguna ves, nos ha sucedido. Soy Casado, casado bisexual, amo ami mujer emocionalmente me atraen solo las feminas, pero sexualmente me inclino a mi propio genero. Vivo en un inconstante ritmo, padezco del desequilibrio (no es facil, reconocerlo) pero aun sigo la busqueda. Lo que me interesa contarles es LO IDENTIFICADO QUE ME ENCONTRE MIENSTRAS LEIA EL RELATO, me paso algo muy similar y juro que los textos que me enviaba el adjetivo extensivo era el “OSIITOOO” con esas multiples “oes” (sera el mismo Christian)Terror, lo cierto es que la ultima ves que hable con el su menasje fue: “TE HUNDIRE PUTO, LE CONTARE A TU ESPOSA Y ESPERARE A TU HIJO FRENTE ASU ESCUELA” juro que no me habia sentido tan microscopico y vulnerable a tal situacion, lo pienso y me desborona..!
MORALEJA: Uno nunca llega a conocer del todo a una persona y menos a un “Pseudo Maltipo”
muy buen relato. En medio de tanta desesperación rescato una frase increible: “Sobrevivo gracias al delivery, sin timbre en dos días muero de inanición”.
El humor te salva Xtian!!Pero el tipo tiene razó: no es un mal tipo, es un loco de mierda.
Abrazo
Llegue a tu blog por leer el de Jose Playo y la verdad que es muy bueno tu relato, me encanto. Estas histericas dañinas vienen en todos los sabores. A mi me paso pero con una mujer (soy hetero) y como soy demasiado boludo, te cuento que fue mas de una vez aunque sin llegar a la parte de las amenazas. Uno deja de lado un monton de cosas y sigue soportando otras solo por llegar a ver como es en la cama esa persona, o mejor dicho, para comprobar si la idea que uno se hizo de como seria ese momento, concuerda con la realidad. Ellas saben muy bien como jugar este juego y uno desprevenido cae y lo cagan. El recurso ese de poner “trompita de chico desamparado” se ve que es comun y a veces les da resultado. Realmente me senti tan identificado que me quede con bronca. Y si sirve de consuelo te cuento que una de las veces que me paso algo similar, la mina me habia calentado y hartado al mismo tiempo pero no queria coger y cuando logre llevarla a mi casa resulto ser una inutil en la cama, se tiro como una vaca y ni se movio, tanto asi que le pregunte si era virgen (ella dijo que no, pero para mi que si) porque no sabia ni moverse a mi ritmo
Más allá de que es feo lo que te pasó, y lo tenés como experiencia, como lector me sentí inmerso en la lectura. Más allá de que esté bien redactado o no (no lo sé), yo me metí en la historia. Creo que a veces la historia es más interesante en sí, de los recursos que se utilizan para relatarla. Durante el relato, cuando lo bloqueabas me decía “por fin lo bloquea, ya veo que depsués lo vuelve a admitir, o no :S”, y después la historia daba vueltas, y volvías a admitirlo al chat, eso me pareció un hilo conductor que a la gente le hace curiosear y ver cómo termina el final.
Excelente, saludos!
Tres palabras:
SUBNORMAL DE MIERDA.
Menos mal que te lo pudiste sacar de encima. Sobre el final del relato empecé a imaginarme al chavón gritando como loco en el vestíbulo del edificio y los vecinos saliendo en batas / pijama consternados para comprobar lo que sucede.