Puse el kilo de helado y las dos botellas, una de vino y otra de Pepsi, sobre la mesada y me puse a buscar una bolsa para cargar todo. Busqué en el ropero y sólo encontraba bolsas de cartón, esas de negocios de ropa. Estuve revolviendo como 15 minutos, buscando una de plástico, hasta que me resigné. Remera negra, bermudas y sandalias y salir corriendo a tomar el colectivo.
El 152 a las 9 de la noche rebalsaba de turistas plegando y despegando mapas, estirando el cuello para mirar los cartelitos de las calles. Scalabrini Ortiz, dije. Gracias, respondieron dos chicas españolas. ¿Borges?, preguntaron un par de calles después. Sí, bajate acá, respondí. Seguí haciendo zapping entre las conversaciones. El trío de jóvenes yanquis, una chica, un pibe de camisita y jean gastado y un tipo de traje y corbata. El de camisita hablaba de su Masters en Business, sus viajes de intercambio, y ella decía que sí, que Viena es muy lindo pero para viejos, que alcanza con un día, el de traje decía que Praga, que la última vez que fue eran todos chicos de 16 años.
Del otro lado un pibe sostenía un perrito en la falda, y una vieja le hablaba. “Pero mirá el perrito que lindo”, “Claro, porque hoy dejan subir perritos al colectivo porque es año nuevo”, “Pero sí, seguro que te portás bien, porque tenés cara de mansito”. Las palabras rebotaban en el perrito, como pelotas contra un frontón, y desde el asiento de al lado contestaba el dueño del perro. El perro como canal de comunicación, un organismo vivo del que se habla pero a través del que se habla, y así suavizar las palabras, envolverlas en la felpa de la carne y la sangre del que se habla: los perros, los hijos.
Me pasé y tuve que volver un par de cuadras, maldiciendo la bolsa de cartón, las soguitas tan cool que le pusieron como manijas, el cartelito de UFO plateado. Toqué el timbre, vino J. a abrir, subí las escaleras y saludé a todos. Éramos unos diez, reunidos alrededor de una mesa que rebalsaba de bandejas de comida. La música hacía temblar apenas los muebles, el viento fresco entraba por las ventanas del balcón, en la pantalla de vídeo desplegada nacían, se reproducían y morían organismos psicodélicos.
Éramos todos más o menos de la misma edad, salvo 3 o 4 chicos que se dormían en los sillones o bailaban frente a los parlantes. Me gustaba estar ahí. La generosidad desbordante de la comida (guacamole con nachos, quesos y fiambres, pecetos, piononos, albondiguitas, budines de pescado, brochetes de pollo y carne, pastas de atún o berenjena, caviar), las olas de charla e introspección, la luna llena entre los edificios.
Hablamos de las fiestas: “Mi familia está pacificada ahora, no hay conflictos, ni comentarios ácidos, ni caras largas”. De las drogas: “Probé porro.” “¿Y qué te pareció?” “Bien, pero mucho no me hizo, es como estar borracho pero sin resaca. Pero bueno, la verdad que cuando fumo sólo fumo dos pitadas, si me convidan.” “Tenés que fumar solo, y después mirar una película, o escuchar música. Te colgás, te ponés a pensar cómo se hizo todo, cómo se les ocurrió, pensás en la gente que está detrás de cámara.” “Yo últimamente no puedo fumar porque me puso paranoico, antes no me pasaba.” “Tenés que coger fumado, es lo más. No es como ponerse en pedo, porque el porro te altera la percepción.” “Sí, aunque a mí me da miedo porque se te pone la pija más dura que nunca, y a veces te da la sensación de que te va a explotar.” Hablamos de películas: “En esta casa está prohibido hablar mal de Woody Allen”, sentenció J. Aplaudimos varias veces para celebrar la calidad de la comida. Y se hicieron las 12.
Subimos a la terraza y brindamos. Los fuegos artificiales trepaban entre los edificios. R. trataba de filmar, y luego nos pidió un discurso a cada uno. Yo me hice el bobo y dije que el 2010 nos encontraría juntos o dominados. Lo dije aturdido por el champán y el par de secas, pero ahora, si lo pienso… No tengo ganas de pensar. La luna en el cielo limpio era el fuego más artificial.
En la terraza hablamos de sexo: “Si lo pensás no hay nada más violento que la penetración.” “Sí, es más violento que te corten un brazo.” “Las mujeres siempre tienen un plan, los hombres, no”. “Yo cada vez que pienso que soy un degenerado, tengo la suerte de cruzarme con alguien que me hace sentir un amateur.” “Es el poder, en el sexo siempre hay poder.” “Sí, pero a mí no me gusta si el sexo ya se convierte en una puesta en escena donde la violencia es el centro.” “¿Qué tiene de malo que te aten y te peguen un poco?” “No sé, es demasiado obvio.” “No, no lo es. Es como los chicos que juegan al poli-ladron, pero de adultos. Es un disfraz que te permite la seguridad de un rol.” “Sí, pero me parece restrictivo, lineal.” “Y sí, pero a veces el cartón pintado es el que permite el juego, los morbos muchas veces son de barrio, no son Kant.” Todos se fueron moviendo hacia la galería y se acomodaron alrededor del gramófono, alguien puso un disco de pasta de Sinatra y mientras las explosiones del año nuevo se apagaba, empezó a escucharse la música, suave. Estaban todos apretados, apenas meciéndose, un pasito para acá, un pasito para allá, aflojando el cuello, perdidos.
Después bajamos la escalera y yo fui al baño. Ahí revisé las charlas de esa noche: familia, pacificación, sexo, explosión, drogas, percepción, juego, poder. Meé y me detuve a mirar el amarillo espumoso, me miré la cara en el espejo y me la lavé. Varias veces. Me olí los sobacos, casi sin olor a transpiración. Se había terminado el año y yo verificaba por última vez sus residuos: el meo, la transpiración, el eco de las conversaciones. Me miré a los ojos otra vez, bajo la luz dicroica. Pensé en lo que viví en el 2009: año de apuestas y disfraces.
Salí del baño y fui hacia el living: todos se habían acomodado frente a la pantalla gigante. Esto es lo más, anunció J. y la pantalla relampaguéo. Un pueblo perdido en el desierto, perseguido por el faraón, acorralado contra el Mar Rojo. Esto se hizo todo con gelatina, dijo R. Y en la pantalla el mar se abrió. Eso quiero, pensé. El pueblo atravesando el lecho del mar, a los gritos, empujando carros y ganado. Eso, sí. Después, una vez que el pueblo perseguido llegó a la otra orilla, las paredes de gelatina cedieron, y el mar volvió a cerrarse, aplastando a los perseguidores. Eso quiero, un año nuevo, Paper Mate, que se pueda escribir, borrar y volver a escribir. Eso quiero, avanzar con el mar cerrado atrás, con todo lo que pasó, hundido en el fondo.
Se apagó la pantalla, nos despedimos con besos en las mejillas, bajamos la escalera hasta la calle, y salimos cada uno en una dirección distinta. A mí me esperaba la parada del colectivo, el viento que entra por la ventanilla del colectivo, la llave abriendo la puerta de mi departamento y allá, a lo lejos, en el futuro, la luz del contestador automático titilando.
cris me encantó el nuevo post, ideal para empezar el nuevo año, estás más inspirado que nunca, me hace acordar a los viejos tiempos
Estoy escribiendo muy seguido, bastante. Está bueno eso. Me parece igual que me dan más ganas de escribir cuando estoy desorientado, como en aquellos tiempos de Estados Unidos. Me ayuda a ordenar y limpiar, como vos cuando te ponés a pasar la aspiradora y a limpiar enloquecido en tu casa. Jajaja.
bueno creo que la charla de sexo esta extremadamente sintetizada, hace rato que no conseguia interlocutores de tan alta talla como usted y Mr. E., saludos
Lucas, ja. Sí, es cierto, la charla está muy sintetizada. Algunas cosas que dije me inculparían o romperían el equilibrio de otros posts ya escritos o que voy a escribir más adelante. Lo de los planes, igual, me dejó pensando largamente…
Mis mejores deseos para el 2010 para vos, Puto y Aarte, uno de los descubrimientos mejores y mas inteligentes q he tenido en mis ultimas exploraciones por la web.
Muy buen post. Me gustó mucho la sucesión de impresiones y charlas. Feliz año.
Que bueno un año nuevo donde uno se acuerda de todo lo que hizo. Encontre en este blog una buena rutina para este 2010. Un buen abrazo desde uruguay
Me Encanta… Me Llega…..
Feliz Año.
Feliz 2010. Y por mas que las cosas queden tapadas por el mar del pasado, no dejan de estar ahi, bajo el agua!
Aquí hacía frío; quizá por eso hablamos mucho de política.
Feliz 2010
Las fiestas! Las fiestas?
Sí, las fiestas…Qué fiestas!!
Besos
Xtian… Buenísimo. Fué uno de relatos que mas me gustó!!
Yo también quiero una Paper Mate!!
Jajaja
Simplemente lo más! Se disfruto, Gracias!