[8 de Septiembre de 2003, Piscataway, New Jersey, frío]
El aire acondicionado a todo lo que da, aunque no haga falta, 17 desgraciados grados afuera, acá adentro algunos menos, dos frazadas y aún a veces tiritando a la noche. El tubo fluorescente de mi habitación agoniza pero no lo cambio y lo dejo prendido cuando me voy a dormir, un manchón gris contra la pared y la alarma de humo con su ojito rojo que parpadea desde la pared de enfrente, diálogo de fotones que se murmuran.
Y me despierto y el tic toc del reloj Advance (¿no es acaso la elección óptima para la marca de un reloj?) en la oscuridad y la franja de luz que unta la alfombra por debajo de la puerta.
Y ahora la raya de luz que que se cuela por debajo de la otra puerta cerrada es Sarah McLachlan que canta “La noche es mi compañera / y la soledad mi guía / ¿y es que voy a quedarme aquí siempre / y nunca estar satisfecho?”.