[14 de Febrero de 2001, San Francisco, California, USA, finalmente consigo trabajo]
Conseguí trabajo el día de los enamorados. Espero, para mantener la simetría, conseguir novio el 1 de mayo. Fue duro (y parejo): cuatro entrevistas.
La primera no fue entrevista: fue un examen. Me dieron lapiceras, papel y dos horas. Preguntas de computación y de negocios. Las de computación eran razonables, las de negocio eran sanata. Ejemplo 1: “Qué es más importante: a. lo que el cliente quiere b. lo que el cliente necesita”. Ejemplo 2: “Marque en orden de prioridad las cosas más importantes en el largo plazo para una empresa: 1. ser rentable 2. mantener satisfechos a sus clientes 3. mantener satisfechos a sus empleados y crecer como compañía”. Y otra bazofia de ese tipo.
Me despidieron con una media sonrisa diciéndome que en una semana se comunicaban conmigo.
Al día siguiente a las 9 de la mañana me despertó el teléfono. La voz en el auricular me anunciaba que era brillante, que estaban impresionados y otras loas que extravié en la bruma de mi despertar. Alcancé a escuchar que tenía una entrevista el lunes con el presidente de la empresa: E Allen Gleazer.
Ahí se develó un misterio: la compañía se llama Eagle Research Inc. Eagle (águila), que me parece una marca apenas apropiada para chocolate de taza y un cliché como nombre para un bar leather pero que no me sonaba digerible para una empresa de software. Ahora estaba claro: el presidente había elegido las iniciales de sus nombres y las tres primeras letras de su apellido para su criaturita. Me tenté con la idea de mandarle un email diciéndole que mi nombre (CHRistian) comienza con mis tres iniciales (Christian Hernán Rodriguez) y que le convenía contratarme porque simplemente así lo dictaba el destino y este kabalá berreta. Desistí a ultimo momento.
El lunes me entrevisté con Don Águila. Siempre este tipo de personas dan la impresión de estar apurados: no había siquiera leído mi curriculum. Mi mala suerte hizo que por la forma en que el CV había sido impreso el apartado “Experiencia” quedó a la vista. En vez de leerlo me pidió que le contara mi experiencia laboral. Dibujé un panorama apensa decente, el tipo me seguía con aire aburrido. Aprovechó una pausa para intentar cambiar de tema, pero yo lo interrumpí – no quería alejarme de este punto sin resaltar algunos puntos fuertes -. Hablé de mis proyectos en Rutgers y ahí su cara cambió. Me hizo varias preguntas y la cosa remontó. Ahi vino otra sorpresa desagradable: me preguntó dónde quedaba Rutgers. Yo debo haber palidecido. Mi mejor carta era el Masters de Rutgers (que como universidad tiene muy buena fama), y de pronto eso se fue a los caños: hubiera sido equivalente que mi título fuera de la Universidad Ronald Mc Donald.
Igual empujé la pelota lo más que pude y creo que la entrevista terminó en un punto alto. Me preguntó cuando podía volver para una entrevista técnica. Me sorprendió que no se hiciera el laberíntico, esperaba el trámite standard de “te llamamos en un par de días”, aún si ya había decidido que calificaba para una entrevista técnica. Hacerse rogar parece ser siempre la regla, pero no en este caso. En vez de jugar este típico juego de apareamiento me propuso otra entrevista… que día me quedaba bien, ¿el día siguiente o la semana siguiente? Le dije que podía volver al día siguiente (para dar la impresión de “ni siquiera tengo que prepararme”).
Allí estaba al otro día. Primero apareció una muchacha con un pullover negro y anteojos (Mikal), con onda lesbiana. Su entrevista no fue muy técnica. Me dijo que Don Águila iba a “invertir dinero en mí” (me resultó insólito que hablara como si la decisión ya estuviera tomada) pero que tenía miedo que yo estuviera solo un mes o dos y luego decidiera volver a Argentina. Y por eso me preguntó como me sentía viviendo en USA. Fui sincero, pero también mandé fruta. La fruta fue un acto reflejo frente a la insistencia de las preguntas espinosas: “Supongo que USA es muy distinto socialmente a Argentina, que extrañás tus amigos y familia… ¿tenés intenciones serias de quedarte?”
Luego me tiró un problema computacional: cómo mezclar dos listas doblemente enlazadas. El problema parecía tan sencillo que pensé que no entendía el problema… que me estaba preguntando otra cosa. Pero no, así que lo resolví rápidamente. En la mitad del problema me interrumpió y me dijo que me había equivocado, ya que había descolgado un puntero. Le expliqué que la equivocada era ella y le mostré como todos los punteros estaban bien colocados. Me felicitó. Se fue.
Apareció un tipo (Paul) con aire canchero, un chanta, bah. Esta entrevista fue todavía menos técnica. Fue todo sanata acerca de las “nuevas tecnologías”, Java, Ingeniería del Software, Orientación a Objetos, UML, etc. La despreocupada charla de dos amigos en un bar. Se fue.
A los 5 minutos apareció Don Águila de nuevo: me dijo que les había gustado a los dos entrevistadores pero… que yo no tenía experiencia trabajando en USA, que en este tipo de empresas es importante tener habilidad social y para planificar… Me sentí bardeado y la cacé al vuelo: la decisión de contratarme ya había sido tomada, y ya estábamos regateando el sueldo. Y fue muy fácil llegar a esa conclusión: hasta ese momento era “brillante”, “había tomado las decisiones correctas al encarar mi carrera” y “tenía el perfil adecuado para trabajar en la empresa”. Y de repente me trataban como si tuviera la inteligencia de una babosa.
Me dijo la cifra que le pagaban a la gente que entraba sin experiencia laboral previa. La oferta era baja. Agregó luego que me quería probar durante 4 meses, reevaluarme y ahí iniciar el tema de la visa, si yo decidía que me gustaba la empresa (¿y si ellos pensaban quizás que era más inteligente que un invertebrado?). Le dije que mi rango de sueldos estaba mucho más arriba que lo que me ofrecía. “Estoy plenamente seguro de que puedo hacer muy bien este trabajo”, agregué, sin que me temblara el pulso. Era hora de pelearla con uñas y dientes.
Don Águila: Lo cierto es que entender como funciona la empresa, manejar los requirimientos de los clientes y generar software de calidad… son cosas que vienen con el tiempo. Y esta no es una empresa en la que alguien pueda venir a probar y ver qué pasa…
Lo dejé terminar. El bardeo se había puesto castaño oscuro y yo ya estaba levemente molesto, decidí tirar el freno de mano.
Yo: Déjeme decirle 3 cosas. Primero: tengo experiencia previa. Trabajé en Argentina, en la UBA, la universidad estatal, en un proyecto crucial. La iniciativa era fuertemente rechazada por la mayoría de los empleados de la Facultad. El fracaso de nuestra idea hubiera frenado la implementación de sistemas informáticos en ese área administrativa por años. Pero fuimos exitosos (para eso hubo que negociar con clientes problemáticos, standarizar procesos y datos, cumplir con fechas, entregar un producto de calidad). Hoy el uso de la red en la universidad se extiende y eso no es un logro menor, considerando el tipo de institucion lenta y burocrática del que se trata. Segundo: Mi licenciatura me aportó abundante entrenamiento para trabajar dentro de una empresa, con cosas que van más allá de la computación teórica. Tercero: No soy una persona que va por la vida “viendo a ver qué pasa”, o “probando a ver cómo va la cosa”. Cuando quiero una cosa voy detrás de ella y la consigo. Dudo de que hubiera llegado dónde llegué “probando a ver que pasa”. En particular mi Masters no fue un proceso de prueba y error: fui seleccionado entre decenas de candidatos de todo el mundo. Y no sólo eso: para mantenerme en el Masters tuve que mantener un rendimiento excelente, cumplir con fechas y requirimientos de profesores. Estoy orgulloso de haberlo logrado. Por eso no tengo dudas que, aunque el trabajo que me ofrece represente un desafío, estoy ampliamente equipado para hacerlo. Ahora me gustaría hablar de su oferta: no puedo esperar 4 meses a que empiece el trámite de la visa, y quiero saber exactamente en qué consiste la reevaluación luego de ese período de tiempo.
El tipo se quedó callado un segundo, creo que se dio cuenta que se había pasado de vueltas en el sparring.
Don Águila: Estoy dipuesto a acortar ese plazo, y que lo hagamos en dos meses y medio. En cuanto a la reevaluación, por ejemplo, tenemos un empleado que está a prueba y ya ha cumplido sus primeros cuatro meses. Lo vamos evaluar en estos días y como ha rendido bien le vamos a subir el sueldo…
Yo: Okay, veamos que le parece ésto: yo empiezo cobrando lo que usted me ofrece. A principios de mayo me reevalúa y… ¿cuál es la cifra que maneja en cuánto a incrementos de sueldo luego de las evaluaciones? He visto en los folletos que me dio que en las revisiones semestrales el aumento máximo es de $2000, cosa que me parece muy bajo para este aumento inicial del que hablo…
Don Águila: La cifra depende del rendimiento de la persona y de muchas variables…
Yo: Consideremos sólo el caso en que mi rendimiento sea excelente, ¿cuál sería el aumento máximo que me daría?
Don Águila: Bueno, dejame buscar un papel porque quiero anotar las cosas, si me forzás a dar una cifra…
Yo: Estoy seguro que puedo demostrar que soy excelente para este trabajo en dos meses, me gustaría saber cuál sería mi aumento en ese caso. Eso es todo.
Don Águila: Podríamos subir tu sueldo en $8000 anuales.
Igual yo seguía desilusionado con la oferta inicial, y por eso contraataqué y le pregunté si esto era su oferta formal. El me dijo que no, que quería chequear mis referencias antes y que luego me haría la oferta formal, pero que yo también evaluara si me interesaba trabajar para Eagle Research Inc.
Me fui, quedó en llamarme. Al otro día, al mediodía, sonó el teléfono. Era él. Me dejó hablar primero y me arrinconó: “Me gustaría saber si estuviste pensando en la oferta que discutimos”.
Lo verseé un poco: que me gustaba la compañía, su estabilidad, su perfil… y que estaba muy interesado. Ahí me frené un segundo para luego continuar: “No estoy contento con su oferta, que me parece el sueldo para alguien que empieza sin ningún tipo de experiencia y sin las credenciales académicas que yo tengo… Es verdad que yo no tengo experiencia trabajando en USA, pero el resto de mis antecedentes es sólido y definitivamente tengo la capacidad para hacer este trabajo. Me gustaría saber si hay espacio para negociar esa cifra inicial porque si no lo hay, dudo que acepte su oferta…”
El me dijo que sí, que lo había pensado, que había revisado mi curriculum y chequeado mis referencias y pensaba que $5000 adicionales en la oferta inicial eran razonables… y que en dos meses y medio el incremento no tenía que estar limitado a $8000, sino que podía ser mayor. Agregó que la intención de la empresa no era aprovecharse de la gente, ni pagar malos sueldos (entendí esto como un reconocimiento tácito de que se le había ido la mano en el bardeo del día anterior, y de que su oferta inicial era casi insultante).
Me preguntó si quería meditar mi respuesta. Le contesté que no, que solo quería confirmar cuáles eran los términos exactos de la oferta.
Cuando me los repitió le dije que estaba conforme y que no necesitaba pensarlo, que mi decisión ya estaba tomada.
Empiezo a trabajar el miércoles que viene.
[Postdata (9 de Octubre de 2003): Eagle Research Inc. dejó de existir en junio del 2002, poco más de un año luego de que yo fui despedido, en una segunda vuelta de despidos masivos – la empresa tuvo en su apogeo 35 empleados, este segundo despido masivo fue de 8 empleados y dejó a la empresa con 3 empleados: el presidente y dos programadores -. El logo que encabeza este apartado es el logo real de la difunta empresa.]