[11 de Octubre de 2003, Piscataway, New Jersey, un amigo de Chad viene de visita]
Bill es el mejor amigo de Chad, mi compañero de departamento. Se conocieron a los 8 años jugando al baseball y son amigos aún hoy. Bill acaba de terminar su carrera de abogado en Duke (Carolina del Norte) y para festejar su graduación vino a visitar a Chad. Llegó el viernes: alto, ojos celestes, físico atlético y voz grave, rugosa.
Casi no salieron del departamento. Me pidieron prestada mi televisión – que instalaron en el living – y pasaron dos días seguidos mirando baseball y football americano, adheridos al sofá, aferrados a sus Buds light. Salieron solo un par de veces a comer o aprovisionarse de cerveza, nachos, salsa, torta de zanahoria. Los gritos tehuelches fueron la regla los últimos dos días; apostaron online (Bill perdió sus $100 rápidamente el viernes; Chad tuvo mejor suerte y por eso continuó apostando, partido tras partido, durante todo el sábado, ganó finalmente $420).
El viernes a la noche me invitaron a cenar con ellos. Fuimos a comer barbacoa texana a un lugar berreta que queda a cinco minutos del campus. El lugar tenía una televisión que transmitía ESPN y eso era todo lo que importaba.
Bill: Chad, hermano, ¿cuánto hace que no te comés una concha?
Chad (levemente incómodo): Hermanito, este campus no ayuda, no hay minas lindas, ¿qué querés que haga?
Bill: ¿Cuánto hace hermano?
Chad: La última vez fue en Miami, con mi ex novia… ¿9 meses?
Bill: ¿9 meses? Eso es un embarazo… pensá que hay gente que crea vida en el período en el que vos no la ponés, es triste.
Chad: Calláte la boca y comé.
Bill: En serio te digo… va a llegar un momento en el que van a reclamar que devuelvas el equipo por falta de uso…
Chad: Terminála, desde que llegué acá no vi una sola mina que me gustara… me paso todo el día estudiando…
Bill: Te vas a volver virgen de nuevo, te aviso. Viste como esos cristianos que se convierten y “nacen de nuevo” como cristianos. Así te va a pasar a vos, vas a “nacer de nuevo”. Virgen.
Chad: ¿Cuántas cervezas tomaste? Comé que se te enfría, gigoló.
Bill: Encima que me preocupo por vos… Cuándo te enfrentes a una concha de nuevo no vas a saber que hacer… (pone voz de nenita asustada y se lleva los dedos a la boca, simulando comerse las uñas aterrado). “Oh no… ¡una concha! ¿qué hago ahora? ¡¡¡No sé que hacer!!!”.
Yo: Acabás de describirme a MÍ perfectamente en esa situación.
Se quedan mudos un segundo, se miran entre ellos. No estoy seguro de si Chad le dijo a Bill que soy gay… Mejor dicho: no estaba seguro de si Bill lo sabía hasta que deslicé mi comentario: las mirada que se cruzan no deja espacio a la duda: está claro que sí lo sabía y por eso no me involucraba directamente en esta larga disquisición acerca de la castidad de Chad.
Y se largan a reír y la borrachera desbarranca las risas. Levantan los porrones de cerveza invitándome al brindis. Chocamos los vasos, la espuma se derrama sobre la mesa.
Bill: Así se habla, así habla nuestro amigo gay, ¡yeah!
Es la medianoche del 10 de octubre, es decir ya es 11: el Día Nacional de la Salida del Ropero. Y yo brindo por eso.
Y aunque no lo saben, ellos también.