A continuación transcribo una guitarreada con Sandra. En realidad se trata de un intercambio de emails dentro de la lista del taller literario de S, pero la atmósfera se parece más a la de una guitarreada frente al fogón. Hay melodías bailables, tropiezos desafinados, repeticiones y solos rasgueados, como en cualquier conversación relajada y juguetona.
S es Sandra, X soy yo (por Xtian), y los emails se reproducen casi como fueron escritos integralmente (hice algunas correcciones gramaticales y los ordené por tema en vez de cronológicamente, para que se lean como una conversación, eliminando los protocolos epistolares). Es larguito, pero jugoso (creo), así que provéanse de viandas y bebida.
Desde ya le agradezco a Sandra, a la gente del taller y a todos los que me están mirando. Sandra dice:
Bueno, el próximo tema de debate es el amor. Chupate esa mandarina. ¿Qué mierda es el amor, me quieren explicar? Estoy dudosa últimanente. Berger decía que esa palabra tenía una carga demasiado fácil y a la vez falsa. A mí me ratonea mucho ese tema. ¿Uno ama más a alguien con el tiempo, o lo ama más cuando todavía esa persona está investida de deseo?
S
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Xtian dice:
Ayer vi Brokeback Mountain (Secreto en la montaña) y todavía no sé si me gustó o no. Me golpeó amablemente, eso sí. Es una película de apuestas fuertes, con muchas cornisas, pero que funciona: porque Ang Lee es un gran director, porque Heath Ledger actúa con una intensidad devastadora y porque el tema del amor y el abrazo es universal.
Varias de las personas involucradas en la película (incluyendo a Lee) aseguran que la película no es una película de amor gay, sino una película de amor a secas. No estoy muy convencido, creo que es más exacto decir que la película retrata la relación (¿de amor?) entre dos hombres y logra que esa relación sea universalmente entendible. Pero el amor gay (si es amor) es el elemento central. Es definitivamente la historia de dos hombres, en Wyoming y si no existiera la homofobia la historia sería muy otra.
En fin, a pesar de que esperaba más (soy un hombre que espera, parece), me gustó. Creo. Pero todavía algo me pica y no sé qué es.
X
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Sandra dice:
Está piola eso de si es “de amor” o de “amor gay”. En realidad, si te lo ponés a pensar, historias “de amor” a secas no hay. Quiero decir, un amor se vuelve una historia cuando hay un obstáculo. Si no, la gente se conoce, se enamora, se ennovia, se casa y listo. Un amor se vuelve historia porque algo hace que no pueda ser consumado. Otro, otra, la raza, la religión, la edad, una adicción, la familia, la guerra, qué sé yo: el amor como tema de la literatura, el cine, el arte en general, es el amor obstaculizado, así que desde es punto de vista, el obstáculo aquí es que es amor gay y falta todavía un siglo para que un hombre pueda entender que puede amar a otro hombre. ¿Voy bien?
S
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Xtian dice:
Exacto: el amor es definido por el obstáculo y acá el obstáculo es lo “gay”. Lo gay entendido como relación entre dos tipos pero también como homofobia externa e internalizada. Y hay más: el tema de la familia, de la masculinidad y cómo se relaciona con lo “macho”, de la fidelidad y la promiscuidad, de lo “ocasional” frente a lo “permanente”, etcétera. Todos estos temas son temas gays “canónicos” y esta película, en su ambición, los incluye a todos.
El hecho de que acá los tipos vayan al rodeo y no a bailar bajo la bola de espejos, o que escupan cada tres minutos y hagan pis contra un árbol (lo rural en vez de lo urbano) es el merengue de la torta, no el bizcochuelo.
X
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Sandra dice:
El amor, el amor… yo les decía que se venía ese tema. Yo voy más bien por el lado de Maruja, creo que el amor es siempre funcional, aunque suene a mueble modular. Creo que cuando dos personas se atraen es porque una ve en la otra algo de su propio deseo, y lo proyecta. Creo que el enamoramiento, cuando es fuerte (porque los hay medio truchos), es un estado alucinógeno en el que suponemos que ése a quien amamos es la síntesis de lo que deseamos. Pero no lo vemos. El enamoramiento es una etapa profundamente narcisista, nos fascina que aquel que creemos que es “lo más” (esto dicho en serio, no como latiguillo forro) nos vea como “su más”: necesitamos esa mirada que nos confirme que somos increíbles y deslumbrantes, y eso es el círculo virtuoso e incomparable del amor correspondido. Cuando no somos correspondidos se quiebra la autoimagen: no valemos nada, somos del montón. La mirada del amado/a es la que nos hace florecer del promedio, y sentirnos únicos. Me fui un poco al bolero, creo, pero todo esto lo creo.
Ahora, con el amor, todo esto tiene bastante poco que ver. Yo diría que son esas veces que la vida nos besa en la boca (ahora me fui para el lado de los cantautores). Pero el amor, que es lo que me tiene bastante loca últimamente, ¿qué mierda es? Yo creo que se construye después del enamoramiento, después de los fuegos artificiales, después de darse cuenta que el otro no es perfecto y que nosotros tampoco. Para mí el amor debería venir ahí, cuando se apaga la luz no, o sí, la luz del enamoramiento. Cuando uno puede sostenerse ahí. Es difícil. A mí mucho no me sale. En el medio está la convivencia, el aburrimiento, las interferencias, todo eso. Y cuál es la diferencia entre “querer” y “amar” cuando ya pasó la etapa de coger tres días seguidos, a ver si alguien aporta, porque yo no tengo la menor idea.
Ah, a los que están intrigados con el amor pero en su etapa pasional, les recomiendo lo mejor del mundo en esta materia: Fragmentos del discurso amoroso, de Barthes, que se mete en el hueso de ese irse de sí.
S
***
Carmen dice:
Lo que me dió una tremenda ternura y además me resultó perturbador fueron las miradas entre Ennis y Jack. Ese mirarse y después mirar para abajo, como tapando, para no dejar al descubierto.
C
***
Xtian dice:
Carmen, lo que pasa con Ennis y Jack en esa película es que no tienen “guión”. En realidad el imaginario gay es deforme o ausente. Es decir: cuando a un tipo le gusta otro, ¿qué hace? ¿Quién se acerca a quién? No hay moldes, no podés comprar un polvito instantáneo, meterlo en una cacerolita y que te salga la gelatina, tenés que hacer todo vos. La “cultura” gay por ahora es chiquita y militante, y se concentró en lo básico: construir lugares de encuentro y refugio. Los protocolos más afilados no tienen que ver con el cortejo, sino con la transacción sexual urbana (que feo sonó eso).
Por eso cuando dos tipos se encuentran saben que no son Sylveira y García Satur. Lo saben íntimamente, y por eso solo pueden apropiarse de esos moldes con ironía y sin creérsela mucho. Esos moldes no expresan amor, no son canales de circulación de intimidad, son muecas de estatua viviente. Ennis no sabe cuánto tiempo mirar a Jack, sí sabe cómo y cuánto mirar a la esposa. Lo único que Jack y Ennis tienen es instinto y eso los hace trastabillar, empujarse, golpearse y sangrar, todavía no tienen pegadas las topetinas que te da la cultura “amorosa” (esa cultura que en el occidente heterosexual tiene siglos de artesanado). Con el tiempo estos dos tipos pasarán de los puños al abrazo, pero ni siquiera al final pueden mirarse., especialmente Ennis. El no poder mirar al otro a los ojos es, quizás, una metáfora: no poder mirar el futuro, no poder mirar el reflejo propio, no poder. Ennis, es sobre todo, alguien que no puede. Intenta aliviar esa impotencia mintiéndose que “si no podés cambiarlo tenés que soportarlo”.
Hay muchos abrazos en la película, y casi ningún beso, porque en el abrazo uno no tiene enfrente los ojos del otro. Y uno de los abrazos, el más importante, ocurre con ambos mirando hacia delante (hacia la cámara), es decir: Ennis abraza la espalda de Jack. Ennis le niega los ojos a Jack, que no tendría ningún problema en mirarlo. Ennis también usa el sombrero como biombo o mira para abajo.
La montaña también es una metáfora de esa relación, de esa intemperie. La relación que construyen es como esa carpita que arman bajo el granizo, o el fueguito junto al que se mueren de frío, o la latita de porotos sobre el fuego.
Ennis es el que está mas desprotegido, el que tiene más frío: “No tengo nada… No estoy en ninguna parte…”
X
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Sandra dice:
Sí, sí, muy bueno cómo lo resumiste, X (me parece que hoy se viene una chorrada de emails, ¿eh?). No sé si se acuerdan de esa frase acerca de la escritura, que es “explicar a través de algunas conductas algo del misterio de la condición humana”. Bueno, el arte en general busca captar esas conductas o escenas en las que se concentra, como en un caldito Knorr, toda la fruta y verdura de la condición humana.
S
***
Carmen:
¡Que buen análisis de las miradas, Christian! ¡Sos un mostro! Yo me lo había imaginado para el lado de “mis ojos delatan mis sentimientos y no lo puedo evitar, así que no lo miro”. Pero ahora que lo pienso en realidad no es contradictorio con lo que vos decís…
C
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Xtian dice:
Sí, Carmen, hablamos de lo mismo. Mi análisis de las miradas se disparó por otras razones… En realidad salió del tema de lo que es naturalmente simétrico y lo que no lo es, lo que es naturalmente recíproco y lo que no lo es. Hablo fundamentalmente de las caricias y de las miradas.
Explico un poco mejor: el skinhead con el que estoy de novio se paranoiquea bastante en la calle (está en el ropero y tiene miedo que detecten que es gay), pero en la intimidad la cosa cambia radicalmente: me acaricia todo el tiempo, dice cosas lindas, me mira embobado (nunca nadie me miró embobado). El otro día me dijo que yo era “frío”. Yo le dije que ni en pedo, que soy cualquier cosa menos frío (¡como si uno pudiera medir su propia temperatura!). Le dije que yo tenía más balanceada la temperatura, que tenía un mejor termostato: que en la calle podría ser más cariñoso pero no lo quiero hacer sentir incómodo, que soy cariñoso con las palabras y que, en general, estoy más templado las 24 horas del día. El en cambio es punto congelación en la calle y se le dispara el subtropical con estación húmeda apenas entramos en mi casa. “Ah”, dijo, no muy convencido. A continuación se quejó de que no lo acaricio. Le dije que lo acaricio pero poco, porque el acaricia todo el tiempo, y las caricias son naturalmente asimétricas: tengo que esperar a que el deje de acariciarme y él nunca deja de acariciarme. Es feo acariciarse los dos a la vez, se te cruzan los brazos, tenés que cambiar de dirección, ponerte de acuerdo en ceder el paso, en acelerar, en poner el guiño antes de girar a la izquierda. Fijate en esas parejitas haciendo tantra en el canal Infinito, enredadísimos. “Sí, tenés razón”, dijo, “yo una vez estuve con un tipo que con el tema de las caricias era más fanático que yo, y no me gustó nada, no me gusta que me ganen en eso”.
El análisis de las miradas viene también por el mismo lado. La semana pasada el skinhead me dijo que yo no lo miro a los ojos. Me puse a pensar dónde miro a la gente: en un punto cercano al tercer ojo, o al centro de la nariz, a los ojos no. Debe ser un poco por verguenza o timidez y otro porque me distraigo y no puedo pensar: si me asomo al espectáculo del otro no puedo seguir las ideas de mi propia cabeza.
En fin, estuve toda la semana pensando en el tema de las miradas, las caricias, cuántas de estas cosas son calles de doble dirección y cuántas de dirección obligatoria y justo caí a ver la película y me cayeron algunas fichas.
X
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Carmen dice:
Más allá de la película ¿Cuando a un tipo le gusta otro, no busca acercarse como amigo para conocerlo mejor? Pareciera una buena táctica… ¿no?
C
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Xtian:
En teoría la táctica sería bárbara, Carmen, pero a mí no me funciona: mis amigos son mis amigos y nunca se me mezclan las cosas. Creo que mucha gente gay es como yo en eso. Si te hiciste amigo de alguien es muy raro que eso mute a otra cosa. Ahí sí hay código compartido, hay mucho código de amistad entre tipos gays (quizás porque es amistad de despatriados, es guarida), pero poco código en lo que tiene que ver con el amor.
Tendría que analizar mucho mejor por qué pasa esto, porque a las minas heteros sí se les mezclan las cosas, y a las lesbianas también. En cambio a los varones heterosexuales casi no les pasa.
Igual nunca se me ocurrió ir despacito, cuidarme, fijarme. Me da curiosidad lo desconocido y no tengo miedo de hacerme pelota, en realidad tengo ganas de hacerme pelota porque hace rato que no me pasa y tengo miedo de haber perdido la capacidad de romperme. Y sé que no perdí la capacidad de reconstruirme. Entonces, cuando conozco a un tipo, puedo involucrarme sin conocerlo, no tengo inseguridad ni miedo. Si después me desilusiona, y bueh. Igual en las relaciones hay otro tipo enfrente y por eso quizás convenga ir despacio: si entrás muy rápido, salís muy rápido.
Ya casi estoy hablando como una chica Cosmo.
X
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Sandra dice:
X, son buenísimos tus apuntes sobre la peli, aunque no la vi la imaginé toda.
Lo que pasa con los gays (y sólo con algunos varones últimamente) es que tienen muy separada la genitalidad de la emocionalidad. ¿Es así? A la hora de fuck fuck, no les importa si el tipo es grasa, estúpido, mediocre o boludo. A veces ni saben si es piola o estúpido. A la hora de fuck fuck, los gays bajan la persiana (estoy estereotipando) de los sentimientos. Y por eso cuando tienen amigos, gente que les entra en otro hemisferio cerebral, no “contaminan” ese lazo con sexo. La promiscuidad tiene que ver con eso, creo, con tanta apertura al sexo ocasional, que muchos hombres heteros y muchísimas mujeres no tienen. Y eso debe tener que ver con algo biológico, seguro. Un tipo puede acabar sólo con que le toquen ahí (dijo la dama), pero una mina necesita hablar, mirar, expandirse, y todo eso. Con un boludo no lo podés hacer: la sexualidad femenina requiere sí o sí un poco de amistad.
Una vez leí algo interesante sobre el sexo y el matrimonio, algo como que “En un matrimonio, el sexo es la primera de las solidaridades que se pierden. Después siguen las demás”. Es cínico, pero es cierto.
S
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Xtian dice:
Estás estereotipando, pero algunos estereotipos son más ciertos que otros y pasan a ser generalizaciones certeras. Yo puedo tener sexo ocasional porque tengo un sistema de persianas. Es mas, creo que la gente que dice que el sexo sin amor no es disfrutable es porque tuvo pésimo sexo sin amor. Yo he tenido experiencias de sexo anónimo ocasional que han sido increíbles momentos Berger.
Se me ocurre no sé de dónde que uno tiene deseos que no sabe que tiene y a veces ese deseo se consuma sin que sepamos que se consuma. Ahí es donde se abre un espacio mágico de comunión, que vos perseguís en tus cuentos en su versión crispada. Todos tenemos esa capacidad de comunicación subacuática, por llamarlo de alguna manera, de dos pececitos que abren la boquita en la pecera e inflan burbujitas idénticas que suben juntas hasta la superficie. El sexo ayuda a entrar en ese espacio, y creo que todavía más si es sexo ocasional (cuando hay horizontes las pupilas se contraen y se enfoca demasiado la mirada, la nitidez es enemiga de estos momentos).
Pero claro, ¿cómo se sostiene eso? ¿Repitiendo la “ocasionalidad”? A veces funca, la mayoría de las veces no. Quizás la solución sea amasar eso y darle otra forma, sin que se te rompa el chorizo de plastilina en el intento. Por suerte no estoy apurado.
X
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Sandra dice:
¿Yo dije que el sexo sin amor no es disfrutable? Creo que no lo dije, ¿no?, porque no lo pienso. Yo pienso más bien todo lo contrario, creo que se puede tener una calentura tremenda con alguien sin amarlo, es más: lo más frecuente, el cliché, es tener una calentura tremenda sin amor. Justamente, el desafío es mantener una calentura tremenda con amor.
S
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Xtian dice:
No, S, vos no dijiste que el sexo sin amor no es disfrutable. Hm, ahí me agarró alguna chiripiorca. En realidad yo sigo los temas de los emails lo mejor que puedo pero también tengo otras voces en la cabeza, y varias de esas son mis propias voces de mis propias conciencias. Quizás por toda esa multitud que grita en mi cabeza estoy convencido de que el amor “sin obstáculos” no existe: cuando se juntan dos personas se juntan dos coros polifónicos.
X
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Xtian dice:
S, estoy leyendo Romeo y Julieta (nunca había leído a Shakespeare) y estoy bastante sorprendido.
El encuentro de Romeo y Julieta es un soberbio disparate. Romeo declara su amor incondicional con solo mirarla a Julieta en una fiesta y antes de saber quién es (en todo sentido, no solo no sabe su nombre, sino que no sabe nada). Julieta es un poquito más precavida pero parece fascinada con el jueguito. El flechazo ocurre instantáneamente. Eso me sorprendió mucho: la historia “canónica” de amor occidental, es una historia de superficies, de flechazos instantáneos, de máscaras.
Ahora, mas allá de esa superficialidad, ¿con qué mochila cargan estos dos tortolitos cuando se produce el flechazo? Romeo está perdidamente enamorado de Rosalina (que no aparece en la obra), no está “medio” enamorado, está hasta las tarlipes, totalmente metido. Es más, va a la fiesta para ver si se la encuentra, o en el peor de los casos para verla de lejos. Para Romeo el deseo es triangular, parece transportar todo el peso de su amor por Rosalina hacia Julieta.
Julieta está en un triángulo distinto: su madre quiere que se case con Paris. A la insistencia de la madre ella responde con ambiguedad, con sumisión, como invitando o dejándose llevar.
O sea, Romeo parece tener un hambre tan potente (y tan narcisista – masoca) que sustituye una mina por otra con una velocidad supersónica. Julieta, en cambio, parece querer ser “rescatada” (de la presión de la madre o de alguna otra jaula).
En fin, hacía rato que no veia tanta promiscuidad.
X
***
Sandra dice:
A veces me acuerdo de cuando era chica y a pesar de que ahora todo me parece más intenso en el recuerdo, también creo recordar que incluso la intensidad era volátil. Algo tenía peso, forma y consistencia, y oops, un día uno se despertaba y el sentimiento ya había cambiado, o se metamorfoseaba, o se diluía. La juventud en cierto sentido está sobrevalorada. Yo no extraño mi juventud. Con los años los sentimientos o todo eso se hizo más consistente, más sólido. Creo que lo que Bauman llama “amor líquido” es la tendencia de esta época de rejuvenecer todo, incluso el amor, y uno dice “rejuvenecer” y esa palabra ya está cargada de sentido positivo.
Y pienso ahora que ése es otro truco del lenguaje y un ejemplo de cómo el poder se transmite a través del lenguaje (Barthes, leímos ese fragmento). Quiero decir: en mi experiencia, el amor es una de las cosas que maduran con la edad. La capacidad de amar, de descansar en la calma de que se ama. Los jóvenes aman desenfrenadamente tal vez porque no están seguros de seguir amando al día siguiente.
Pienso en Grecia y en el modelo amoroso de los filósofos con sus discípulos. Eran gays, ¿porque eran sabios? Hay que pensarlo por afuera de todo lo que nosotros entendemos por gay. Era otra subjetividad. El cuerpo pedía y la mente respondía. Pero en Grecia, por sobre el valor de la juventud, jerárquicamente, se ubicaba el valor de la sabiduría. Era mejor ser sabio que ser joven. Y en materia de amor, me pregunto si no sería porque los hombres maduros ya aprendieron a controlar la volatilidad del amor. ¿Qué otra cosa se puede aspirar a aprender en la vida? Controlar la volatilidad del amor es la única manera de acceder a él.
Cuando cursé la materia de Tomás Abraham en la facultad (tuve el lujo de tener de ayudante de cátedra a Hebe Uhart, una cuentista de la hostia, recontramoderna), me acuerdo que estudiábamos las reglas del cortejo entre los filósofos y sus discípulos. Era impresionante. Tan desarrollado estaba ese sentimiento, que las reglas de cortejo eran muy precisas, muy complejas. Era el discípulo el que tenía que demostrar el amor. El filósofo lo recibía. Y a cambio enseñaba. Voy a ver si los encuentro, debe ser Foucault.
Y Shakespeare: hay una cosa que nunca entendí. Por qué si ellos querían escaparse de Verona e irse juntos a Mantua, en lugar de fraguar la muerte de ella y arriesgarse a lo que terminó pasando… no se escaparon directamente. ¿Vos sabés?
S
***
Xtian dice:
Esto quizás venga a cuento. Le pregunté a mi amigo Martín, que vive en USA, que pensaba de Romeo y Julieta y de esa historia de amor. Y me contestó:
“No creo que sea una historia de amor. Es una historia de rebelión adolescente (y en el caso de Julieta preadolescente). El tiene 15 años, ella tiene 13. Se ven. Pertenecen a familias enemigas. Se conocen y acuerdan un pacto suicida. Se matan unos días después de haberse visto por primera vez.
¿Amor? No me parece. Ni siquiera lujuria. Simple rebelión.”
Pero, ¿por qué se deforma tan frecuentemente la historia de Romeo y Julieta? Raramente se representa la obra con amantes adolescentes… y este romance pasó a formar parte del imaginario universal en el estante de amores trágicos, no en el de rebeliones adolescentes inútiles.
Estoy tan perdido como antes y vuelvo, como Gretel, al punto de partida. ¿Cómo definimos el amor? Con mis amigos yanquis también nos preguntamos si Secreto en la montaña es una historia de amor. Se trata, al fin y al cabo, de dos tipos que se encuentran ocasionalmente para pescar y para fuck fuck (como dice S, tan púdica). Estos tipos no se consuelan entre ellos cuando la están pasando como el tujes, no tienen amigos en común, no hacen vida social, no compran un terrenito juntos donde apilar ladrillos. Pescan y fuck fuck y charlan, nada más.
¿Es una historia de amor? ¿O es una historia de amigovios o de sexo ocasional?
¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? No lo sé. Por eso no me sorprende terminar, como terminé hoy, en una vereda de la calle Corrientes, observando como la nuca de alguien se aleja en la distancia, mezclándose con las nucas de todos los demás. Y sin saber que fue lo que pasó.
X
***
Sandra dice:
A veces me parece que vamos muy rápido, en esta lista digo, y se nos pasan cosas importantes. Lo que dijiste ayer sobre que una pareja es el choque de dos coros polifónicos es buenísimo.
En ese sentido puede entenderse también Romeo y Julieta.
Montescos y Capuletos son los coros polifónicos. Julieta no es sólo ella, es su familia. Romeo no es sólo él, es su familia. El hecho de que las familias sean enemigas traduce al lenguaje artístico lo que Freud formalizó varios siglos después: cuando un hombre y una mujer se encuentran y enamoran, no estás solos: están ahí también sus sombras, sus fantasmas, sus inconscientes: lo que les viene dado, lo que ya han construido de sí mismos por el solo hecho de tener la historia que tienen. En esta lectura, lo que representa Romeo y Julieta como obra no es el amor, sino la imposibilidad del amor, la inviabilidad del amor. Ellos no renuncian al cope ni esperan a darse cuenta de que, tarde o temprano, se odiarán (iban a odiarse dos meses después, si no morían, ¿alguien duda de eso?). Se matan y ahí queda colgando el símbolo, para que lo interpretemos.
S
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Xtian dice:
Lo que decís es buenísimo, S. Y es cierto que vamos rápido en la lista, pero siempre se puede volver y agregar después de dejar macerar los conceptos.
Lo del coro polifónico me lo sugirió la misma lectura de Romeo y Julieta en forma indirecta. Es una obra muy polifónica (quizás las otras también lo sean, esta es la primera que leo). Leí por ahí que Romeo y Julieta es la obra de Shakespeare en la que aparecen más “clases sociales”. Cada personaje tiene, más allá de un léxico diferenciado, una matriz conceptual personal, cierta rítmica, etcétera. Ejemplo: Romeo es lírico, se la pasa recitando poemas (evoluciona del típico poema “petrarquista” al principio a una poesía más desnuda y lavada a medida que la acción se va acelerando). Los criados no hablan en “poema”, sino en prosa y, junto con los personajes “irónicos” (el amigo de Romeo, Mercutio), juegan todo el tiempo con el doble sentido (sexual).
Esto, mas alla de mostrar que Shakespeare era un animalito (Romeo y Julieta no está considerada su obra maestra), tiene otra lectura, que tiene que ver con lo que vos señalás: la suma de todas estas voces desafinadas hace estallar todos los tímpanos y todos los cristales.
Esta polifonía de voces es cacofónica, y habla de narcisismo e incomunicación. Para dar un ejemplo: en una escena donde hablan Julieta, su madre y la nodriza, creen hablar de lo mismo y sin embargo todos hablan de algo distinto.
En esa escena la madre intenta convencer a Julieta de que se case con Paris: “casarse con un hombre engrandece a la mujer” (se refiere a que casarse con un noble, “engrandece” sus dineros, la eleva socialmente). Julieta se hace la tonta “no he considerado todavia ese honor” (¿el de elevarse socialmente o el de casarse, o ambos? ¿se quiere casar o no?). La nodriza se entusiasma “Sí, los hombres siempre agrandan a la mujeres” (está hablando de que las embarazan, les agrandan el vientre).
Esto pasa todo el tiempo en la obra, y mas allá de ser un recurso teatral efectivo (produce cierto efecto cómico, de enredo, para contrarrestar el lirismo trágico), es llamativo que atraviese toda la obra y todos los personajes.
Pareciera sugerir que el amor no puede prosperar en las alcobas de la torre de Babel.
X
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Xtian dice:
Me siguen cayendo fichas, de a poquito (es domingo, y hace calor). S, claro, los griegos intentaban disciplinar el amor, ponerle compuertas para seguir canalizando su energía. Lo otro que me interesa es cuando “se termina” el amor. Me da la impresión de que esta hecho de un material elástico medio raro, que cuando se termina de expandir solo puede encogerse y morir. En fin, el amor pegado al deseo, que siempre necesita empujar una línea de sombra, que siempre es una avalancha.
En ese sentido vuelvo a Secreto de la montaña. ¿Es una historia de amor? El amor parece ser (quizás en la etapa que S, llama enamoramiento), una emoción puramente expansiva, algo cuya naturaleza misma es derramarse. No solo descubriendo el misterio del otro, pisoteando sus pasillos encerados sin patines, sino también derramándose hacia los costados (contándole pelotudeces de tu nuevo novio a tus amigos, invitándolo a cenar con tu familia).
Todo es expansivo en esa primera etapa: le hacés escuchar tus discos, querés volver a ver películas que ya viste solo para verlas con él, etcétera. Quizás ahí haya algo que tenga que ver con la inmortalidad. La expansión es como un porro que te descansa de la mortalidad, mientras te expandís no te morís.
Cuánto cliché barnizado.
En ese sentido Secretos de montaña es una historia rara, porque estos dos tipos sufren un único relámpago expansivo. Después parecen perpetuar su relación en un estado irradiante. Da la impresión de que la relación no evoluciona (¿por los límites que impone el ropero?), pero también hay algo mas: no se buscan cuando están hechos moco, no se buscan cuando están llenos de alegría, el tiempo pasa y ellos lo exorcizan planeando escapes a la montaña independientes del tiempo transcurrido, de sus humores y de sus altibajos. Por eso no sé si la película habla del amor (¿el amor es naturalmente expansivo o no? Y si no es expansivo, ¿no incluye en su naturaleza algún arco de evolución?)
X
***
Xtian dice:
Esto no tiene un pomo que ver, o quizás sí. Pero bueno, esta cadena de emails es donde voy juntando, como en una alcancía, las fichas que me siguen cayendo.
S, hoy cuando nos vimos nos contaste las historias de M, y te dije que hay que tener bíceps para bancarse tantas historias. Enseguida pensé en mis historias, últimamente estoy pensando en mis historias.
Ayer fui a un bar a ver un show de transformistas y había una parejita de pibes de San Francisco hablando en la mesa de al lado, yo estaba con el skinhead. De pronto tuve una sensación rara. La sensación tenia que ver con que durante 6 años, del 98 al 04, mi vida fue eso, ir a lugares y escuchar hablar en inglés en la mesa de al lado. Pero andá a saber por qué, escuchar a esos pibes de refilón me transportó, pero no hacia atrás, sino hacia arriba. Se lo dije al skinhead. Me preguntó “¿estas melancólico? ¿extrañás?”, “no, no sé qué es”, le contesté.
Ahora, leyendo el cuento que escribiste, creo que la única manera de describir mi sensación es ésta: estoy pasando de tener historias, a tener historia. En singular.
X
***
Sandra dice:
¡Guauuuuu, qué estimulante, X, todo lo que decís!
Sí, es muy diferente tener historias que tener historia. Está a la vista, la lengua habla por sí sola.
Dice: tener historias, salir de noche, ir a una fiesta, contar un chisme, meter una mano, emborracharse, vomitar, coger, tener jaqueca al día siguiente.
Dice: tener historia, haberse animado, haber vivido, haber llorado, haber gozado, haber conocido, haber ignorado.
Las historias son banales. La historia personal es nuestra vida.
Muy pocas historias entran en la historia personal de uno.
La historia es selectiva, las historias son miles.
S
***
Xtian dice:
Sí, S. No sé si el proceso es de selección o de reunión o de encontrar un centro desde donde mirar. O una mezcla de todas esas cosas. Ojo, me parece que dije otra cosa que lo que quería decir, ¡la pucha con el significante y el significado, el estimulante y el estimulado! El cuento de M quizás hable de selección, pero quizás hable de síntesis, quizás de descartar lo accesorio o quizás de encontrar el centro desde el que se ordena el paisaje, donde las líneas del paisaje de la vida no son líneas de fuga, sino líneas de encuentro, cables de tensión que se juntan todos en un monumental Yaciretá (¿esa represa todavía esta sin terminar, no? Mejor, así me sirve mejor para la metáfora).
X
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Xtian dice:
Pasaron un par de días de digestión y meditación y quiero volver una vez más (prometo que la última), sobre Secreto en la montaña. Creo que esto es interesante, porque habla de técnicas en el cine, de la forma de comunicar mediante imágenes. S dijo que le interesaba eso de traer otras artes al arte de la escritura y quizás esto sirva.
No puedo hablar de esto sin contar demasiado de la película, así que los que quieran ir a verla sin saber el final, no lean lo que sigue.
Entre paréntesis: leí el cuento en el que se basa la película, en inglés. La escritora es excelente. Tiene una prosa muy diáfana, que parece pasar por encima de todo sin tocarlo pero que produce un efecto muy potente. La traducción que hace Ang Lee de ese cuento a la pantalla es muy fiel, casi línea por línea.
Okay, vamos a la película. Escribir o dirigir una película es, al fin y al cabo, resolver un problema. En este caso el problema es ¿cómo transmitir integralmente los efectos devastadores del ropero a un espectador que no ha pasado por esa experiencia? Esto es una película, así que las herramientas tienen que ser el texto y las imágenes. Lo que hace de Lee un capo es que logró utilizar recursos visuales para envolver el texto (el cuento) y darle más volumen e intensidad. Acá van algunos apuntes de esos trazos en la película (mezcla de lo que leí, de haber visto la película dos veces, etcétera):
1. La actuación de Ledger es excelente. Miradas oblicuas robadas de James Dean (que era miope y usaba eso a su favor), y la boca. La boca no tiene flexión, la abre como si fuera un muñeco, parece un ventrílocuo o su marioneta. La abre y las palabras le salen torpes y mordidas. Hay todo un vocabulario gestual y físico en su actuación, que combina la hombría y cierta flexibilidad atlética con el gesto crispado de cargar con una mochila demasiado pesada en los hombros. Para decirlo rápido, a Ennis lo atormenta simplemente habitar su cuerpo y su vida, ser él mismo.
2. Hay un inmenso contraste entre las escenas en la montaña y las escenas en las casas. La montaña es el lugar del amor de estos dos tipos. Las casas son el lugar de la relación con las esposas, de esos matrimonios que se derrumban. Seguramente Lee hace un comentario acerca de lo natural y lo antinatural mediante ese contraste. La montaña es el ámbito natural y las casas el artificial, el amor de los tipos es “natural”, lo antinatural es la vida dentro de sus casas. Lo antinatural es la mentira. Y la mentira va a envenenar viralmente todo lo que toca.
3. El ropero no solo destruye la relación, sino que destruye a Jack (homofobia externa), a Ennis (homofobia internalizada) y a sus familias (no solo a sus matrimonios, Lee se encarga de mostrar que la relación de Ennis con sus hijas incluye silencios, agujeros y faltas). La desintegración de la relación de Ennis con su esposa se muestra a partir de la actuación de ella (su creciente mal humor, su frialdad, su exasperación). La manera de mostrar la desintegración del matrimonio de Jack es más sutil: la esposa de Jack se va volviendo cada vez más contadora (se obsesiona con los libros contables, con el comercio de tractores)… más “masculina”, pero hay algo todavía más interesante: sus peinados. Sus peinados se van volviendo cada vez más duros, más llamativos, más ridículos. Los pelos más levantados, más duros, más elaborados, un creciente gesto de desesperación y de alienación y de “mirame a mí, prestame atención, no soy cartón pintado… pero me pinto como un cartón para que me mires, por lo menos”.
4. Otra cosa respecto a las casas y la montaña. Las tomas en exteriores son panorámicas, expansivas. Dentro de las casas Jack y Ennis (especialmente Ennis) es mostrado reflejado en espejos, recortado en el marco de la puerta, preso. Siempre está nervioso, corriendo, esquivando cosas. El paroxismo de este gesto se da cuando se muestra en paralelo que se preparan para irse a pescar a la montaña: tanto Jack como Ennis aparecen, en ese momento, como animales enjaulados.
5. Hay un momento de complicidad tierna, de intimidad profunda de Jack y Ennis, de felicidad sin contaminación. Es cuando luego de tener sexo la primera noche, se revuelcan en el pasto, jugando. La cámara es subjetiva y enseguida se muestra que en realidad es el jefe el que los espía con binoculares (el mejor momento de intimidad no puede escapar a la mirada censora).
6. Maruja dijo que le quedó grabada la escena en la que Jack y Ennis se despiden por primera vez. Dijo que le impresionó que Ennis vomitara. Pero ojo al parche, Maruja. Ennis NO vomita. Se le quiebran las rodillas, golpea la pared con los puños (esto no está en el cuento y pareciera un gesto robado de Rebelde sin causa, en el que Dean tiene el mismo gesto con un escritorio en el departamento de policía, que le costó la fractura de dos de sus falanges, intentando que la escena se viera “real”). Ennis INTENTA vomitar porque siente el asco (o lo que sea), en el vientre, pero no puede. Este detalle es importante: ya no es posible vomitar, lo que pasó ya está dentro de él, demasiado adentro como para vomitarlo.
7. El final consiste en dos escenas que incluyen explícitamente un ropero. Ennis va a la casa de los padres de Jack y encuentra las dos camisas “abrazadas” en el ropero. Luego se lo ve en su trailer con su hija. Al ir a colgar el sweater que se olvidó la chica, abre el ropero y encuentra las dos camisas otra vez. Maruja captó muy bien el detalle, ahora las camisas están invertidas, ahora la de Ennis abraza a la de Jack. Ennis dice: “Jack, te juro que…”. El cuento no explica que es lo que jura porque Ennis no lo sabe. Ennis “no era de jurar”, dice el cuento. Ennis sólo puede emitir un juramento incompleto, porque su vida está, y siempre estará, incompleta.
La cámara se retira para mostrar, pegada dentro del armario, una postal de Brokeback mountain. Luego la cámara retrocede para mostrar en el plano final, una pequeña ventana del trailer que da al exterior, a la intemperie, a la montaña. Lee cierra la película con una síntesis magistral: mostrando lo que fue (el ropero, el abrazo de las camisas que no pudieron concretar sus dueños) y lo que podría haber sido (la montaña, un amor vivido como natural y en la intemperie, que otorga la verdad y que destruye la mentira).
X
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Sandra dice:
Genial el análisis, X, re barthesiano. Me acordé de ese texto que escribiste (el de Mauricio), en el que incluiste la imagen del juego en el ropero y no te diste cuenta de que lo estabas haciendo. Ahí vos eras chico y jugabas a quedarte ratos largos escondido en el ropero, inmóvil, percibiendo el roce de las camisas colgadas en la punta de tu nariz. En tu ropero, como en el de Ennis y Jack, había camisas colgando de las perchas. Pensemos un poco en esa ropa. En el significado de esa ropa. En el caso de Ennis y Jack se ve muy claro: la ropa es usada, como se diría en semiología, metonímicamente. La camisa de Ennis abrazando a la camisa de Jack es uno abrazando al otro. La parte por el todo.
¿Tendrá otro significado la ropa colgando en el ropero? ¿Podrá tenerlo? ¿Y el ropero?
La ropa en el ropero es ropa que no se está usando. Ropa limpia. Ropa que cumple al mismo tiempo dos funciones: estar disponible y haber sido descartada. Esto creo que es importante. Estar disponible y haber sido descartada. Pensemos en nuestras partes disponibles y descartadas. Eso me lleva al cuento de M y C y a lo no vivido. Eso me lleva de las historias a la historia.
Vos en tu relato te quedabas inmóvil oliendo y percibiendo el roce de las camisas colgadas. Estabas haciendo una excursión al ropero. Estabas paseando por tus partes disponibles y descartadas, y metiste esa imagen tan poderosa en un texto en el que hablabas de cómo fue tu salida del ropero mental: admitir el amor por otro hombre, ante vos mismo, es la salida de TU ropero.
En ese sentido, vuelvo a tu pregunta inicial: ¿esta es una película de amor o de amor gay? Yo creo que esta película es icónica justamente en este sentido: hace diez años, la salida o no del ropero heterosexual fue expresada con una película como Los puentes de Madison. Debo haber llorado tres baldes cuando la vi. Era un guiño más fácil: hombre solo, mujer casada, amor, elección, despedida, pero la historia de los dos era ésa. Hoy, creo que el ropero gay se volvió una metáfora del ropero humano, homosexual y heterosexual. La no elección de Ennis y Jack late con fuerza en cada espectador, homosexual o heterosexual, porque la cultura gay impuso la imagen del ropero, pero todos tenemos un ropero: todos tenemos partes disponibles y descartadas, y no hace falta mucho Freud para saber que en general, uno huye de lo de que desea profundamente.
S
***
Xtian dice:
S, estás a full. Buenísimo todo lo que decís. Lo del ropero como el lugar de lo descartado y disponible. De última, aunque sea una cuestión de nomenclatura, yo insisto con que esto es una historia de amor gay. Así como Edipo rey es una tragedia griega o David Copperfield es una novela en la inglaterra victoriana. Sí, Edipo es una historia trágica y Copperfield es el retrato de un pibe, pero obviar el dato de lo griego y lo victoriano no es una omisión menor.
Okay, toda historia de amor gay, o de amor entre negros en el África del siglo XIX es también, mirada a vuelo de pájaro, una historia de amor. Y las historias siempre tienen los mismos motores: deseos, obstáculos, mentiras, casualidades, causalidades, pero la naturaleza de esos elementos es lo que las califica, la que les otorga especificidad, y claro, las historias necesitan ambas cosas: familiaridad y extrañeza.
Y claro, uno puede, mediante la operación de pelar la cáscara y quedarse con el carozo, lograr la identificación, pero para eso necesita abstraerse al nivel que lo hace Sandra, necesita penetrar, excavar, raspar. Todos tenemos partes descartadas y disponibles, las tenemos al alcance de la mano o de la nariz, nos rozan, son nuestras zanahorias que nos empujan hacia adelante pero también nos inmovilizan.
Pero hay más. La tragedia de Ennis es solo en parte el hecho de huir de lo que desea más profundamente. En realidad el ropero es una metáfora optimista. Un ropero se puede abrir con una llave, con una ganzúa, a hachazos. Pero el de Ennis es una caja blindada, inviolable. La tragedia de Ennis tiene que ver con dos certezas yuxtapuestas: saber que vivir en el ropero lo destruirá y saber que no está equipado para salir del ropero.
Y acá viene la especificidad del ropero: que es lo vicioso del círculo, que s un laberinto, que es el desierto del cuento de Borges, no hay puertas que atravesar y por lo tanto no hay salidas. Para poder salir del ropero tenés que estar ya afuera: estás encerrado adentro del ropero y las llaves están afuera. El resto de las situaciones “comparables” (ser judío, ser negro, ser discapacitado), suelen permitir la compañía de los pares, hay referentes, hay cómplices, hay frentes de diálogo. Es decir, a veces se traba el cerrojo, pero alguien de afuera te hace palanca y te ayuda a salir. Pero Ennis no tiene pares. “Yo no soy marica”, dice. Ningún marica es marica.
Es muy interesante como S mezcló dos cuentos míos. El cuento de Mauricio y el cuento en el que me meto en el ropero son dos cuentos distintos. El cuento del ropero es “Esquivar y desaparecer” y ocurre cuando yo tenía menos de 10 años. El cuento de Mauricio es “Lo que hemos perdido” y ocurre en el secundario (alrededor de los 17 años). Claro, las dos cosas están muy conectadas (no son historias, son historia).
Y S da en la te la te la tecla del piano, Mauricio me saca del ropero. En realidad no fue Mauricio, sino la conjunción de dos personas llamadas Mauricio y Gabriel. Mauricio y Gabriel me convencieron de que, más allá de que el amor fuera correspondido o no (no lo era), nunca podría sentir algo así por una mujer. No importaba cuántas vidas viviera o mi voluntad para cambiar, había que darse por vencido. Yourcenar tiene la expresión más exacta de ese sentimiento: “nada iguala la dulzura de una derrota que sabemos definitiva” (es de Alexis o El tratado del inútil combate). Las derrotas definitivas son nacimientos, son darse a luz.
Ahora, no alcanzó con Mauricio y Gabriel, aunque fueron cruciales. Años después, cuando le dije a Gabriel que había estado enamorado de él (no se lo dije nunca a Mauricio), le agradecí que gracias a él era lo que soy (o sea, ALGO). En contraposición a alguien como Ennis: “no soy nada, no estoy en ninguna parte”. Le agradecí que me hubiera vaciado de opciones.
Cuando digo que no alcanzó fue porque ahí no terminó mi campaña de agradecimientos. Cuando le dije a mi vieja que era gay y le agarró la chiripiorca y me bañó con toda su lava incandescente, le expliqué que yo había aprendido de ella algo fundamental: dignidad. No sé si es esa la palabra, fue la que me salió en ese momento.
Lo que le quise decir es esto: de pendejo vi a mi vieja plantada frente a la vida y con la actitud de “conmigo no se jode” y con un halo de indestructivilidad. Cuando mi vieja quedó embarazada a los 16 años la prendieron fuego, la familia la segregó, se casó embarazada y con un trajecito rosa. Y sin embargo pasó por encima de eso convencida de que hacía lo que tenía que hacer y blindada frente a la pelotudez que la juzgaba, con alguna convicción inoxidable de que la verdad de lo que uno es es lo único que hace falta para ir hacia adelante, y si nadie entiende, que se jodan.
No creo que haya entendido lo de la dignidad ese día, pero después creo que sí. En el teléfono siempre dice, medio riéndose: “Vos siempre igual, Christian”. Sí, claro, ¿pero siempre igual a quién?
X
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Sandra dice:
Che, loco, hagamos un libro con todo esto. Lo que escribiste recién es del carajo.
Y qué viaje que yo haya pegado y editado esos dos textos. Los tenía en la memoria ya como siameses, como si hubiese entrado en tu mundo y hubiese leído tu historia. Patapúfete.
S
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Xtian dice:
Me gusta cuando vos tirás lo tuyo y decís “esto es un monólogo y no le interesa a nadie”, pero ahí se alcanza lo hundido, en la soledad.
Creo que Franzen habla de cómo armar un buen menú de soledades, no alcanza con disipar o mitigar la soledad, hay que alimentar algunas soledades, buscarle nuevas tonalidades a otras. Estos emails también son nutritivas soledades.
X
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Sandra dice:
Toda la elaboración intelectual que hiciste en estas páginas sobre el ropero, tu ropero, mi ropero, los roperos, etc., deslizadas desde la peli, me parecían, sonaban, olían a libidinales. Es así un tema cuando te agarra: algo libidinal lo atraviesa, algo libidinal impulsa la cabeza hacia la idea. Y ayer, cuando volvía para casa, después de haber visto la peli de Clooney y de haber conocido al skin, no me lo podía sacar de la cabeza (al skin). Hoy fui a Quilmes porque mi viejo está en terapia intensiva (no falla: desde hace cinco años, una semana antes de irme de vacaciones, hay una internación) y cuando volvía, en la autopista (se ve que mi cabeza también funciona libidinalmente, porque mirá en lo que me pongo a pensar), se me aclaró: todo el tema del ropero estuvo disparado por la peli, pero creo (apuesto) que el embrión de esos pensamientos tuyos tiene que ver con tu enamoramiento y con tu necesidad de comprender a alguien que no puede salir del ropero, que son Ennis y Jack, pero que también es el skin.
S
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Xtian dice:
Claro, S, tenes razón. Lo que no sé, es a que le llamas “libidinal”. Aclarame un poco más el punto, entiendo que no tiene que ver con el sexo directamente, sino con el deseo… y si es así estoy seguro. Yo no tengo aspiraciones estéticas ni busco otra cosa que respuestas para mí, cuando escribo, cuando indago, cuando respiro. Eso es super narcisista y hasta turro, pero mejor asumirlo.
Ahora, claro, no es casual que yo vaya a ver Secreto en la montaña y me pegue así. Pero ojo… lo mío también es medio Bauman, aunque solo leí diez paginas de este señor: tengo super claro que no te podés conocer a vos mismo sin pasar primero por el otro.
Y todo lo que digo últimamente está marcado por mi relación con el skinhead que me repliega hacia mi propia historia, porque una relación siempre es periscopio pero también espejo retrovisor. Así también todo lo que decía hace un tiempo estaba marcado por vivir “exiliado”, y todo lo que decía hace bastante tiempo estaba marcado por mi fobia – amor hacia Merlo, y todo lo que decía antes que eso tenia que ver con el enigma del sexo.
Estas indagaciones son descargas de impotencia. Yo estuve en el ropero, pero ahora que tengo que meterme en el ropero de otro no puedo. Ni puedo ayudar a desarmarlo. No puedo porque es laburo de él, pero también por limitaciones mías. Y porque ya perdí irremediablemente a ese que era. Estoy afuera de eso, esa parte mía murió y los electroshocks no resucitan nada.
Aparte, todos los roperos son distintos. Cuando yo viví en el ropero, el ropero me borró. Recuerdo vagamente esa época: lo más vívido son las fantasías de auto aniquilación, que no es lo mismo que el suicidio. Mi auto aniquilación tenía que ver con eliminar el cuerpo. Intentaba huir del mundo sensible hacia un universo de formas abstractas y conceptos (qué platónico). Es muy difícil explicar esto. Al terminar el secundario, en el clímax roperístico, me movía medio robocop, todavía soy medio duro y aparato y notredame. Había anulado las sensaciones con bastante éxito, pero las pocas que se colaban eran devastadoras.
¿Qué era lo que tenía que decir? Ah, esto: mucha gente cruza ese pantano de depresión y emerge lisiado. Lo raro es que el skinhead tiene cosas roperísticas, pero por otro lado, se ríe como una hiena. Eso no se le borró. Le cuesta hablar con cualquiera que se cruce, no invita nunca a nadie a la casa, vive en su mundo de discos y lee 5 libros por día pero cuando está conmigo, está 100% ahí. Se sonríe, se ríe a carcajadas, dice todo lo que tiene que decir, es sincero, es frontal, es amable. Logra un nivel de expresión y una banda ancha bien ancha que yo no alcanzo con 15 páginas.
O sea, ¿cómo se hace para que un proceso tan devastador no te queme con la helada todos los malvones? Hay algo por atrás que lo está cuidando. No hablo de Jesús. Hablo de alguna certeza que ni él sabe que tiene y que le cuida los canteros. Eso a mí me plantea preguntas, o mejor dicho misterios, donde no entran las preguntas.
Creo que ahí está mi libido. Y sin pretender sonar petulante: tengo mucho conocimiento propio gracias al autoanálisis y a la autoobservación, pero cada vez que me acerco lo suficiente a alguien vivo revelado, de revelación en revelación, revelado sin causa.
X
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Sandra dice:
Libidinal le llamo a eso, a una fuerza vital en cuyo fondo está el deseo, pero no necesariamente el sexo. Lo que Fitzgerald decía que era intransferible: la vitalidad. La vitalidad es libidinal. Sin libido hay zona muerta, zona cómoda, zona sin resistencia. Me encanta lo que decís del conocimiento como forma de autoconocimiento, o como camino. Esos son los otros cuando todo va bien en la salud mental. Interesan, preocupan, enamoran o provocan sentimientos, pero siempre son una excusa para saber algo de uno.
Y eso es lo que se pierden los narcisistas, el narcisismo es un laberinto porque obtura la mirada hacia el otro. El otro no es excusa para conocerse y expandirse, sino para volver sobre sí, en un ahogo sin fin. Vengo de terapia y de hablar del narcisismo, sorry.
Este narcisismo del que vos hablás es de pacotilla, una caricatura del verdadero. A vos te interesa él, te ponés en su lugar, cedés, tratás de entrar en su lógica, podés ser él en alguna medida. Condición básica para escribir, por otra parte. El verdadero narcisista sólo puede hablar de sí. Se autodedica todo lo que escribe.
No entiendo lo de Bauman. No sos líquido. Sos super sólido. Ayer me entrevistaron por radio Mitre para hablar ¡del día de los enamorados! Mi dios, dije que me parecía un día tilingo como halloween, me da pudor ajeno ver parejitas enchastradas de bonobons. La entrevista era una excusa para hablar de la obra, pero dije (no lo había pensado antes) que creo que las mujeres seguimos conservando parámetros sólidos, mientras los hombres, sobre todo los más jóvenes, son líquidos. Ese es un problema, y es una paradoja. Porque fijate que los gays, que tienen ingredientes vinculares a veces bastante femeninos, se vinculan de un modo más sólido que muchas parejas heterosexuales.
S
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Xtian dice:
S, me hiciste acordar al cuentito “Marcos” (ese que era bastante asqueroso y zarpado) y mis intenciones al escribirlo. Mis intenciones son siempre ludicas y exploratorias y bonzo y nunca “veni que te pego un uppercut en la mandibula” (capaz que deberia probar, pero eso si me da pudor). Lo que frustra de escribir un texto es cuando no logras formular la pregunta como corresponde. Cuando eso pasa solo queda la anécdota. Las preguntas que quise hacer, y que no tienen nada que ver con lo porno, las prácticas SM o los granitos de pus, son, creo:
¿qué hay más allá del sexo?
¿qué pasa cuando estás a punto de llegar a algún lado, te faltan solo dos kilómetros y ya te querés pegarte la vuelta?
¿cuántas personas son demasiadas y cuántas suficientes? (Ayer se tiraron varios números: 2, aseguraron con firmeza varias; 3, dijo Sandra; 5, dije yo, medio en chiste; 1, digo yo, medio en serio)
Cuando uno no tiene respuestas se tiene que contentar (y entristecer) mejorando las preguntas. ¿O será al revés?
En fin, me voy como Trapito a la Feliz a pintarme con barniz.
X
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Sandra dice:
Sos un estimulante mental, X.
Sobre la pregunta de qué hay más allá del sexo, me atrajo mucho tu respuesta tímida, X: “Uno, digo yo, medio en serio”. Ayer hablamos de D.H. Lawrence y no sé si me expliqué, pero apuntaba justamente a eso. ¿Cuántas personas son demasiadas y cuántas suficientes? Lawrence es el ideólogo del sexo profundo, “matrimonial” pero en un sentido amoroso, no quejoso. Qué hay más allá del sexo no tengo la menor idea, pero de lo que estoy segura es de que cuando los estímulos son tantos como en tu texto, no hay conexión profunda con nadie. Y la utopía de cada uno es encontrar a uno que sea todos. Creo.