– Últimamente me piden muchos combinados…
Marcelo no vende conitos en el McDonalds ni cose conjuntitos para una boutique.
– La otra vez me llamaron para que vaya a la fiesta de un tipo que tiene mucha guita, bastante conocido el chabón. Había como 5 tachos más, bastante gente, y merca a morir…
Se interrumpe, sonríe y sopla el humo del cigarrillo hacia un costado. Después se inclina sobre la mesa y murmura:
– Hay cada loquito… Estaba este pibe, como de unos 25 años, lindo, físico de gym. Yo enseguida me dí cuenta que le gustaba la biaba, no me preguntes por qué. Se aburrió pronto del chás-chás en la cola. Probé con el cinto, pero yo tenía uno de esos cintos de vestir New Man que no le hacía nada. El pibe estaba a mil. De pronto desapareció dos minutos y volvió con una zapatilla, de esas de suela gruesa…
Marcelo tiene una risa que le nace atrás de la garganta y que comienza como un carraspeo apagado, luego se convierte en una tos ríspida y finalmente en un aleteo de gaviotas atontadas.
– Le dí con la zapatilla, esas zapatillas tipo botines, ¿viste? Terminé transpirando como un cerdo… yo ya no estoy para estos trotes… Le quedó el culo de todos colores a este pibe… las zapatillas ahora vienen de buena calidad…
– Pobre santo…
– Una paliza es como un vaso de agua: no se le niega a nadie.
Marcelo prende otro cigarrillo.
– Che, y ¿qué hacés cuando te vienen desastres? Quiero decir tipos muy feos o muy hechos mierda… ¿Alguna vez mandaste a alguno de vuelta?
– No, yo soy muy profesional… a lo sumo me tomo un Viagra y chau. Me fumo un fasito, pienso en otra cosa, yo que sé.
– Che, no mezcles Viagra con merca que es como la sandía y el vino: los mezclás y te morís.
Tose, se ríe.
– No pasa nada, no te preocupes, yo me cuido… lo que te decía es que si pagan lo que corresponde, no le niego el servicio al cliente, salvo que el hijo de puta sea muy sucio o esté muy pasado de rosca…
– Es un talento eso de poder cogerte cualquier cosa más o menos humanoide.
Tuerce la boca y me mira con ojos pícaros.
– ¿Qué, también animales?
Mira hacia atrás, como verificando que no hay nadie escuchando. Es un gesto extraño, porque estamos solos en su departamento. Ahí me doy cuenta de que es un tic, automático, veloz (cuando más temprano le pregunté si era cana no contestó y se escapó a la cocina con la excusa de vaciar el cenicero).
– Mirá, te explico lo de los animales. Tengo la fantasía de tener uno de esos tigres, chiquitos, de los que tienen rayas, me encanta tocarlos, acariciarlos, y esa idea de que se pueden convertir en unos meses en fieras asesinas…
– Ya me estás dando miedo, che.
– No boludo, no entendés nada. No hablo de ninguna degeneración. Mirá, el otro día que hubo sol me fui acá cerca, a la embajada de Estados Unidos a tomar sol. Yo estaba ahí medio en bolas tirado en el pasto y apareció una vieja con uno de esos perros lanudos, grandotes. Y enseguida el bicho viene a olerme, a joder… la química fue instantánea, me pasa todo el tiempo con los animales. La cuestión es que nos empezamos a revolcar, a joder, a jugar, me mordía apenas, medio en joda, yo también lo mordí un poco a él. Había una lomita y nos tirábamos por la lomita, enredados, rompiendo las bolas. La vieja miraba escandalizada, no entendió nada, creo…
– No la culpo…
Suena el teléfono. Marcelo aplasta el cigarrillo contra el fondo del cenicero y espera hasta el cuarto o quinto ring. Lo escucho desmenuzar los pormenores de la transacción: servicio completo, viáticos, participativo, masajes descontracturantes, disciplina, hotel, domicilio o departamento privado. El tono de la conversación es quirúrgico, como si todo estuviera estirilizado y envuelto en celofán. Yo aprovecho para recorrer la habitación y recién ahí me doy cuenta de que no hay televisión, ni radio, ni libros. Y casi no hay muebles, salvo una mesita y un teclado Yamaha. Sobre el teclado descansa una partitura de ¨Begin the beguine¨ de Cole Porter.
– Tengo un matrimonio en una hora.
– Mirá vos, ¿les cobrás doble?
– Les cobro un poco más caro, pero por suerte el tipo solamente mira… estoy cansado hoy y las minas son laburo…
Me levanto y me pongo la campera.
– Bueh, te dejo varón.
– Espera que te quiero mostrar algo, vení.
Me lleva hacia el dormitorio y prende la luz. No entiendo que me quiere mostrar: sólo hay un gran ropero y una cama (el colchón sin sábanas). La misma estética minimal del resto del departamento. Me dan ganas de decirle que el bulín parece la celda de una monja de clausura, pero me callo la boca. Marcelo me mira, sonríe y señala hacia arriba con el dedo índice: es un gesto que le vi a un viejo barbudo en varios cuadros medievales. El techo está pintado de color azul chillón y está cubierto de estrellitas adhesivas fluorescentes.
– Agarré el mapita del cielo del diccionario, che, las estrellas están puestas en los lugares correctos. Ahí está la cruz del sur, vení acá que de ahí no la ves…
El ventilador de techo cuelga de una semiesfera que sobresale del techo, y en esa semiesfera se ven las siluetas fluorescentes de los continentes del hemisferio sur: America del Sur, África, Australia: Ptolomeo hubiera celebrado el tufillo geocéntrico del esquema.
– ¿Y qué es esto, una sucursal del planetario?
– No, nada que ver… pero el que entra en esta habitación, sí o sí va a ver las estrellas.
Es… tierno, sí. =)
Marcelo es encantador. Creo que hace falta esa candidez para dedicarse a lo que se dedica y no me malinterpretes, no es moralina. Simplemente es algo que he notado en quienes he conocido que se dedican al “servicio sexual”. Para no ir más lejos, mi ex pareja fue de ese gremio por un tiempo y recuerdo que en su cuarto, que no era su area de trabajo sino nuestro nidito..je!, también había estrellitas fluorescentes en el techo.
Me da gusto que vuelvas a postear, extrañaba tus historias… un saludo.
que bueno algo de romanticismo en esa gente… en general todo los detalles que vienen de ese tipo de gente resultan anecdóticos.
¿Ese tipo de gente? What did he mean?
Me ha sonado un poco a superioridad moral…
“Una paliza es como un vaso de agua: no se le niega a nadie”.
¿Puedo robarte esta frase, Xtian? No para mí, para uno de mis personajes… como título de un post… firmada… citando fuente… ¡XXXENIO!
“Marcelo tiene una risa que le nace atrás de la garganta y que comienza como un carraspeo apagado, luego se convierte en una tos ríspida y finalmente en un aleteo de gaviotas atontadas.” Jodeeeerrr.
que lindo Xtian!!! sos un genio chee, gracias por este regalito, y para los que leen…y si…esa clase de gente es gente igual que vos, igual que yo..piensan, y sienten y hasta pueden tener mas moral que otras personas que conozco y presumen de buena gente. No se era mmoral la palabra..me salio asi no se…otroooo xtian!!!! besitos
Oscuramente fuerte es la vida, dijo un gallego. Este post me hace acordar un poco a la hipótesis central de Terciopelo Azul (gran título de Lynch): hay todo un universo paralelo a cm nuestro y nosotros pasamos por su lado sin enterarnos. Gracias por abrirnos los ojos
Que droga leerte, que capacidad de fascinación me provocas. Sos el Capote argentino
a veces ver las estrellas es muy bueno, lástima el dolor de cuello.
;D
Buenísimo Xtian.
Bueno pattyce, tiene razon lastima el dolor de cuello, pero no se si veria las estrellas con marcelo, jajajaja, por hora asi no me va
muy bueno el relato
Muy bueno el relato xtian!.Me gusto mucho.Recuerdo muchos años atráz,un trovador de sordidos bares europeos,una cruza de Leonard Cohen con Jhon Cale pero mucho mas lumpen.Tocaba en barcitos tristes y siniestros,nunca para más de 20 o 30 personas.
Aparte el era taxi-boy…Hacia cualquier cosa que el clinete pedia,cualquiera menos cantar.
El sólo cantaba para los elegidos,para la hermandad de borrachines que frecuentabamos el bar
No mezclaba trabajo con el placer.
El cantaba por amor.
Marcelo me hizo recordar a ese personaje…Gracias xtian por tener los ojos tan abiertos.
Pedon por los errores ortograficos de ayer,es dificil escribir con un monton de hijos y perros dandote vuelta.